Cuando dejemos la mala maña de echar a un lado nuestra historia en todos los sentidos, la lucha libre y Jack Veneno ocuparán algunas páginas, en lo que se refiere al espectáculo y al éxito de programas en la televisión.
La lucha libre (y las estrategias que ella implicaba), convirtió Jack Veneno en un empresario exitoso. Si el crédito del éxito de Dominicana de Espectáculos es de alguien más, nos perdonan. Si el cerebro era Rafael Antonio Sánchez (Jack Veneno), entonces estábamos frente a uno de los mejores mercadólogos que ha dado el país, con licencia para dar cátedras en las mejores universidades del patio.
Para la década de los 70's y los 80's, los famosos ratings que hoy tantos dolores de cabeza dan a productores y dueños de programa, eran medidos por encuestas. Me atrevo a asegurar que la lucha libre debía aparecer en los primeros lugares. Si era engaño, espectáculo o deporte, fue (y aún es) el dilema, pero mientras tanto los hogares esperaban su lucha libre los viernes en la noche, que luego fue los sábados al mediodía.
Jack Veneno y su grupo es comparable con Chespirito y sus personajes en un aspecto: “pegaron” todas las frases y expresiones: “Destreza, agilidad, coraje, saltos mortales, hombres por los aires”, “Todos los caminos conducen al parque Eugenio María de Hostos”, “Suena la contentosa de Dominicana de Espectáculos”, “Por mi madrecita santísima”, “El Genio del Mal”, “El hijo de doña Tatica”, “La gallina Relámpago Hernández”, “Jack Veneno, dame un salami”, “Faja contra cabellera”, “La manigueta”, “La Polémica”. “El campeón de la bolita del mundo”, “Amarilis, échale agua”, “Ahí vienen Los Broncos”, “Llamen la ambulancia” y una de las más famosas frases de la televisión de todos los tiempos: “Llévatelo, Fausto”, esta última magistralmente utilizada en el Gobierno de la Mañana con el famoso “Cundo”. El “Llévatelo, Fausto” era dicho en el momento dramático por Silvio Paulino (EPD), diestro narrador que la utilizaba para indicarle al director, (Fausto Morel, si mal no recuerdo), pero más que todo al televidente, que el programa llegaba al final.
Muchas personas de clase media, y media alta renegaban ser fanáticas de la lucha libre, pero hubo dos cosas que las delataban: la gran cantidad de fanáticos que acudía en vehículos (muchos lujosos) al parque Eugenio María de Hostos y a otros lugares, en época en que no era tan fácil la posesión de un automóvil, y la otra fue el lleno por tres ocasiones del Palacio de los Deportes, donde Jack Veneno se enfrentó a Rick Flair.
El hecho de que el más famoso y cotizado luchador norteamericano, figura de la cultura pop de los Estados Unidos, viniera a luchar con Jack Veneno, aparte de que era negocio, demostraba que nuestro campeón tenía fama internacional, es decir, ambos aspectos se entrelazaban. A nuestro entender, Rick Flair forma parte del cuarteto de luchadores más famoso de la época moderna de este deporte-espectáculo: Andrés El Gigante, Hulk Hogan, el mismo Flair y The Undertaker, sin quitarles mérito a La Roca, John Cena, Macho Man y otros.
En otro país, Jack Veneno tuviera en el salón de la fama o en el paseo de las estrellas (o algo similar), pues fue icono, famoso, héroe, campeón, empresario, atleta y sobre todo fue un artista, pues es hoy cuando muchos vienen a entender que el luchador profesional tiene una gran dosis de artista, y en este sentido, ya quisieran muchas figuras desabridas y grises del arte popular tener el ángel que en su época tuvo “el campeón de la bolita del mundo”, por el cual, el fanatismo llegaba a tales extremos, que hay un chiste que dice que una señora, ya entrada en edad, cuando veía que Jack Veneno caía debajo en el cuadrilátero para “plancharlo”, ella volteaba su pequeño televisor y contaba tres, dando ganador a Jack Veneno
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