Rasgos Generales e Importancia del Hato. El hato ganadero resume lo fundamental de la estructura económica y social de Santo Domingo en el siglo XVIII. Los hatos eran las células sociales fundamentales de base, que generaban la mayor parte de la renta nacional de la colonia y agrupaban un sector muy elevado de su población. La dinámica social del hato era la que condicionaba el funcionamiento del conjunto de la sociedad colonial. Las relaciones de producción esclavistas-feudales del hato eran las que definían el modelo global del modo de producción colonial en el siglo XVIII.
El hato ganadero típico del siglo XVIII era una unidad social basada en la combinación del trabajo de los propietarios libres con el de los trabajadores esclavos, que era el fundamental, pero que tomaba rasgos feudales y patriarcales. Esto quiere decir que los esclavos no eran sometidos a un trato cruel, que tenían tiempo libre para dedicarse a labores para su provecho personal del pago de una renta al amo, que tenían en gran medida con las familias los y que tenían posibilidad de libertad después de haber acumula tras largos años de trabajo, hechos, el trabajo de libres y esclavos hatos no se diferenciaba demasiado por supuesto los beneficios iban n su gran mayoría a manos.
Las dimensiones de los hatos y el número de cabezas de ganado podían variar sensiblemente pero en lo fundamental los hatos eran explotaciones medianas de unos cuantos miles de tareas de tierras de pastos y bosques con algunos pocos centenares de cabezas de ganado y, en muchos casos, menos todavía, los que podían ser criados con el trabajo de los dueños y de dos o tres esclavos. La unidad productiva era de tipo extensivo, es decir, se aprovechaban poco los recursos de la naturaleza, la capacidad productiva del ganado y la fuerza de trabajo de esclavos y libres. Los beneficios de estas explotaciones eran bastante reducidos dando en lo fundamental sólo medios para que los hateros llevaran una vida llena de pobreza y mediocridad.
Había zonas del país en que predominaba el hato de gran extensión, como en el Este, donde sus tierras tenían muchos miles de tareas normalmente; en otras zonas, se extendió mucho el pequeño y mediano hato de pocos miles de tareas y aun de cientos. Sin embargo, la extensión de las tierras no era lo determinante en la magnitud de los hatos, sino el número de cabezas de ganado; había hatos que tenían desde unas decena hasta los mayores que tenían centenares que podían en casos sobrepasar el millar. El hato típico, al parecer, en este período, tenía pocos centenares de cabezas, entre 200 y 300, según se colige de diversas fuentes y en especial de los archivos notariales y de los municipales de Bayaguana e Higüey.
EL HATO GANADERO
Total del valor de los bienes: 3,723 ps.
Tiene comprometido 1.000 pesos de un tributo a la iglesia, para
lo que tiene hipotecados sus bienes. Le restan pues 2,723
Su esposa aportó de dote 1,332 Le quedan pues 139!
Los 1391 se dividen entre sus 5 hijos herederos a 278 ps. c/u
Total del valor de los bienes: 3,723 ps.
Tiene comprometido 1.000 pesos de un tributo a la iglesia, para
lo que tiene hipotecados sus bienes. Le restan pues 2,723
Su esposa aportó de dote 1,332 Le quedan pues 139!
Los 1391 se dividen entre sus 5 hijos herederos a 278 ps. c/u
El hato era una unidad esencialmente autosuficiente, donde la mayor parte de las cosas que se producían estaban destinadas al autoconsumo, o más bien la mayor parte de lo que se consumía se obtenía en el seno del hato. Por eso el hato no sólo era una explotación ganadera, sino que dentro de él se efectuaban las labores agrícolas necesarias para la obtención de los alimentos de consumo diario. Igualmente toda una gama de labores artesanales se realizaban en su interior, como sillas y otros aparejos de montar, muebles, sogas, recipientes, rústicas vestimentas, etc. Sin embargo, era muy importante la vinculación de los hatos con el mercado, principalmente con el de la colonia francesa, para procurarse sus dueños manufacturas europeas imprescindibles (ropa, armas, herramientas, etc.). En general, por eso, el grueso principal de las producciones de ganado se destinaba a la venta al exterior o a las ciudades.
Como ilustración viva, ofrecemos el siguiente cuadro de los bienes de un hato tomado de azar:
Casa de morada, un bohío de tabla maltratado 4 ps.
Una Ramada Grande 14 ps.
Un ingenio de caballo 20 ps.
Herramientas de carpintería 10 ps.
Dos coas I ps 2 rts
Una espada con puño de plata 6 ps.
Un sablecito con su concha y boquilla de plata 5 ps
Diversas pailas, botijas, calderos, etc...
Una bomba y una espumadera de cobre 1 ps. 4 rts
Tres hachas 4 ps. 4 ris
Dos sillas buenas con sus aperos 22 ps.
Un par de estribos 2 ps.
Una canoa 8 ps.
Machete, cuchillo y eslabón 1 ps. 6 ris
Una piedra de amolar de rueda 8 ps.
Diversas joyas de oro, plata y perla
Diversas prendas de vestir
91 papeletas de a peso 91 ps
Una docena de hormas para hacer azúcar 3 ps.
27 bestias caballares 636 ps.
22 cabezas de chivos 22 ps.
Una yunta de bueyes 40 ps.
110 reses pastando en los sitios de San Idelfonso a 6 ps. c/u 660 ps.
1,400 pesos de acciones del sitio de San Idelfonso con monterías 1,400 ps.
Un esclavo mutatico pequeño enfermo Gregorio 60 ps.
Un negro chollo José Antonio de 22 años 275 ps
El número total de hatos en la colonia en el siglo XVIII todavía no es conocido. Como se sabe, por el censo de Osorio en 1606 había unos 130 hatos en la isla. Para la segunda mitad del siglo XVIII su número t se había elevado mucho. Es posible pensar que en este último período el número total fluctuara entre 800 y 1,000 hatos. Hay datos parciales del número de hatos en las jurisdicciones de algunas villas en la década de 1780. En Bayaguana había 40 hatos, en Los Llanos 25, en Santiago (hasta Mao) 257, en Azua 15, en San Juan de la Maguana 28. En esas cifras no se cuentan los hatillos y es posible que escaparan hatos en algunas. Es evidente que en la zona cibaeña el número de hatos era mayor, lo que indica que las extensiones territoriales promedio eran inferiores a las de los hatos de la banda Sur.
Jurisdicción | Diezmos | Pesos fuertes | Diezmos | Pesos fuertes |
Santiago | 500 | 2,400 | 650 | 7,000 |
La Vega y Cotui | 200 | 1,600 | 400 | 7,600 |
Hincha y San Rafael | 350 | 2,200 | 600 | 8,050 |
Banica y San Juan | 450 | 3,400 | 650 | 7,000 |
TOTAL | 1,500 | 9,600 | 2,300 | 29,650 |
Si se parte de un promedio por hato entre 200 y 300 reses, el número total en la colonia se debería elevar de unas 200 a 300 mil reses en las décadas finales del siglo. Según Moreau de Saint Mery en un censo de 1780 se contaron en toda la colonia 200 mil reses vacunas, y calcula que si se incluyeran los animales exentos del pago de diezmo la cifra aumentaría a 250 mil reses vacunas, y en caso de sumárseles las bestias caballares, se podría llegar a una cifra total de 300 mil reses, con reproducción anual de 60 mil.
La producción pecuaria se mantuvo en expansión hasta los años anteriores a la Revolución Haitiana. Los siguientes datos de Moreau de Saint Mery lo aseveran:
Estos datos indican que el número total de ganado para la exportación en las 4 jurisdicciones censadas, las de más alta incidencia en la exportación a la parte francesa, se elevaba en 1760 a unos 15,000 animales y en 1780 a 23,000. Se puede inferir que se vendía una quinta parte, lo que arroja un total de ganado en esas comarcas de 75,000 cabezas vacunas en 1760 y de 115,000 en 1780. Para el total de la colonia, se puede elevar el múltiplo para venta en 10 mil más (además de las 15 mil en las 4 jurisdicciones) haciendo en total unas 25,000, o un total de ganado en la colonia de 125 mil cabezas en 1760 y de 200 mil para 1780. Estas cifras, como vemos, coinciden bastante con los cálculos anteriores, y sobre todo son importantes porque muestran un progreso sostenido de las exportaciones legales de ganado en pie, al menos hasta 1780.
Si se parte de la existencia de 800 a 1,000 hatos en la colonia y de un promedio de habitantes de 10 a 15 personas en cada
Uno, entre libres y esclavos con familiares, resulta que aproximadamente habitaban en hatos unas 10,000 o 15,000 personas, o sea una parte considerable de la población total de la colonia, lo que muestra la importancia social de estas unidades. Por otra parte, la fracción económicamente activa de esa población era la más productiva de toda la colonia (exceptuándose las plantaciones agrícolas esclavistas) pues generaba el producto mercantil fundamental, el ganado. Si se consideran los hatillos y monterías, es seguro que junto a los hatos agrupaban lo fundamental de la población trabajadora.
La posibilidad de movilidad social en esta época era bastante amplia. Dos factores principales explican el fenómeno: la baja densidad demográfica y la debilidad económica de la colonia española con sus consecuencias en la debilidad de las relaciones esclavistas y del poder económico y social de la clase esclavista. En las explotaciones típicas de la época, los hatos, era más conveniente para el amo dar muchas libertades a los esclavos ya que no había posibilidad de aprovechar su trabajo directo en toda su potencialidad. Después de ciertas labores diarias en el hato los esclavos no tenían nada más que hacer a causa de la mediocridad de esta unidad productiva.
El amo, entonces, permitía a los esclavos transformarse en pequeños productores agrícolas en los tiempos libres de que disponían o les cedía laadministración de una crianza o montería en terrenos apartados. Igualmente, en determinados períodos los amos permitían que los esclavos trabajaran como asalariados en explotaciones vecinas o que, a cambio de una renta diaria, pudieran ausentarse de las labores de sus unidades de trabajo. Todo esto lo hacían los amos sabiendo que los esclavos se interesaban en producir más, es decir, como incentivo económico, a manera del mayor aprovechamiento posible de la fuerza de trabajo del esclavo para el tiempo en que no había posibilidad de aprovecharla directamente en el interior del hato.
El interés de los esclavos residía en que con lo que les quedaba después de pagar una pesada renta a los amos por la utilización de su tiempo libre y de sus tierras y otros medios de producción, iban formando un fondo de manumisión llamado peculio, con el cual después de muchos años de trabajo lograban reunir la suma necesaria para comprar su libertad y hacerse libertos. Por supuesto, la suma de los peculios era superior siempre al precio en que el esclavista había comprado el esclavo, a lo que sumando las pesadas rentas que se imponían en esta modalidad, la misma constituía una fuente de ganancias para los amos casi tan importante como la que obtenían del trabajo directo en sus haciendas.
En ese contexto se mantenía la doble tendencia a manumisiones y a la entrada de nuevos esclavos, comprados en la colonia francesa. De tal manera, la explotación de los esclavos en el siglo XVIII no tenía, desde el punto de vista socioeconómico, tan sólo un carácter esclavista, sino igualmente un carácter feudal. Las relaciones entre amo y esclavo en el tiempo libre del segundo eran a base de la posesión por éste de una pequeña economía propia, a cambio de » la cual pagaba rentas en dinero o en especies a los amos.
Esto se diferencia claramente de la explotación esclavista que consiste en el trabajo directo del esclavo en la hacienda del amo, donde es un elemento más de los medios de producción o, como decía Aristóteles, "un animal parlante".
En la mayoría de los casos esos esclavos liberados o libertos se podían hacer propietarios o poseedores de tierras de ganadería o de agricultura. Es cierto que muchas veces se mantenían ligados a sus antiguos amos por determinadas cláusulas limitativas de su libertad o porque así más les convenía al entrar en relaciones de arriendo de tierras o servir como peones en los hatos. Sin embargo fue generalizada la tendencia de los libertos a hacerse propietarios o poseedores libres. Hay dos elementos que explican esta posibilidad tan extendida: el sistema de los terrenos comuneros y las capellanías y censos de la iglesia.
A menudo, dueños de hatos destacaban a libres o esclavos en calidad de mayordomos, sobre todo si eran de la aristocracia burocrática colonial o tenían varios hatos. La administración se llevaba a cabo mediante el pago de salarios o por contratos de aparcería u otras formas feudales. La mayoría de hateros sin embargo, como eran propietarios medianos, administraban por sí mismos sus hatos y dirigían y participaban en la mayoría de aspectos del proceso productivo. El hatero y sus familiares y a menudo otros libertos y libres (denominados arrimados) tenían gran importancia en el proceso productivo. El hato no era sólo pues una unidad a base de trabajo de esclavos sino también de libres. En algunas regiones de la isla, y en la generalidad de los hatos de menores magnitudes, incluso, el trabajo libre tenía más importancia que el esclavo. Este trabajo libre adquiría, como el de los esclavos, rasgos patriarcales, bajo relaciones de producción de tipo feudal.
De tal modo, las relaciones de producción comportaban la primacía de relaciones esclavistas entroncadas a relaciones feudales en condiciones de incidencia de patriarcalismo.
En las condiciones de mediocridad económica del hato, se producía una comunicación íntima en el trabajo y la vida cotidiana entre hateros, otros libres y esclavos, lo que constituía la base del patriarcalismo y de la posibilidad de utilizar ampliamente relaciones feudales, en esas condiciones específicas.
Los esclavos de los hatos no llevaron a cabo una lucha de clase coherente. No aspiraban generalizadamente a destruir el orden esclavista, sino que preferían integrarse al proceso patriarcal que les permitía promoverse socialmente dentro del sistema, alcanzando la libertad, y a menudo transformándose en propietarios por las facilidades que brindaba el sistema de terrenos comuneros y las propiedades eclesiásticas.
Las posibilidades de libertad de los esclavos y de lograr el status de pequeños y medianos propietarios agrarios, así como la ausencia de la explotación superintensiva y los tratos crueles por el patriarcalismo, no se debían a la supuesta humanidad y bondad hispánicas proclamadas por historiadores apologistas del colonialismo. La realidad es que estas situaciones se daban porque los esclavistas hateros no podían obrar de otra manera, si es que se atenían estrictamente a sus intereses propios de clase. Se trataba simplemente del interés en lograr al máximo el aprovechamiento de los esclavos, en condiciones de débil capitalización y mercantilización e inoperancia del modelo de gran plantación esclavista. La ideología religiosa no era más que una justificación de la racionalidad de estas relaciones de producción y de ninguna manera, como pretenden historiadores tradicionales, causa de estaconducta.
Terrenos Comuneros y Capellanías. El sistema de los terrenos comuneros empezó a utilizarse en la segunda mitad del siglo XVII, pero su generalización se produjo a lo largo del siglo XVIII. El origen de este sistema radica en el poco valor de la tierra en esa época y en las características de debilidad económica del hato ganadero. Las tierras de crianza estaban amparadas por títulos expedidos por el Rey de España, en teoría, llamados Amparos Reales. Ahora bien, después de cierta época, cuando el propietario de un Amparo moría, sus herederos prefirieron no realizar la partición de las tierras que abarcaba por dos razones. La primera por los gastos que ocasionaba la partición y, la más importante, porque la ganadería extensiva que se practicaba en la colonia requería enormes extensiones de pastos y bosques y aguadas bien distribuidas De haberse prolongado las particiones, los terrenos subdivididos muchas veces hubiesen carecido de ríos, de la suficiente extensión de pastos como para alimentar un determinado número de reses, o de bosques necesarios.
Así pues, los herederos tendieron a no fraccionar las propiedades y a permanecer como copropietarios de ellas mediante un sistema de acciones que se contaban en la unidad monetaria o peso de la época, por lo que se las llamaba "pesos" La posesión de una pequeña cantidad de "pesos" sobre unapropiedad daba iguales derechos de utilización del conjunto de tierras de bosques y pastos, así como de las aguas, que la de fuertes cantidades de "pesos". La única tierra que se consideraba propiedad privada dentro del sitio comunero era aquella que cualquier copropietario cercaba con una buena empalizada para evitar la entrada de animales y poder dedicarla a labores agrícolas y en algunos casos como potreros. Con el tiempo se hizo costumbre que los herederos copropietarios del sitio vendieran parte de sus acciones a personas extrañas a la familia, dándose lugar a una activa comercializaciónde esas acciones.
Como se ofrecían en venta acciones desde cantidades muy bajas, los liberffos y otras personas de baja condición social podían hacerse normalmente copropietarios de terrenos comuneros con idénticos derechos sobre la utilización del conjunto de las tierras indivisas para crianza de ganado. Es decir, se transformaban en pequeños productores agrícolas y ganaderos propietarios sin ninguna sujeción terrateniente. Por supuesto que la mayoría de los que lograban esa condición no sobrepasaban niveles modestos ya que el problema no era tanto ser propietario o poseedor de tierra sino de lo que efectivamente era la riqueza: cabezas de ganado. Estos libertos combinaban la cría de pequeñas cantidades de ganado vacuno y porcino con labores agrícolas a pequeña y mediana escala, mayormente para el autoconsumo pero también para los mercados urbanos. En la zona cibaeña parte de esos libertos se incorporaban a los productores de tabaco, con un nivel de comercialización de su producción agrícola mucho mayor que en la banda sur.
El otro factor que incidía en las posibilidades de movilidad social era la gran importancia que tenían las propiedades de la iglesia en el conjunto de la colonia. Estas riquezas, para la época extremadamente importantes, se originaban en las frecuentes donaciones a la iglesia antes de la muerte por Darte de personas de todas las condiciones sociales. La religiosidad era un elemento de la más alta importancia en la ideología cíe la población en el siglo XVIII. Ahora bien, las donaciones a la iglesia se hacían en la mayoría de los casos mediante la imposición de capellanías sobre propiedades del donante.
Por medio de estas capellanías se obtenían los recursos necesarios para que se cantara un número determinado de misas al año dependiendo del valor total de la propiedad, contando con un 5 % anual de interés para el pago al cura oficiante, o sea de acuerdo al nivel de usura normal en esos siglos. Una misa normalmente costaba 5 ps. de plata, o sea que con la donación a la parroquia de valores de 100 ps., se obtenía la celebración de una misa al año a favor del alma del difunto donante.
La mayor parte de las donaciones que recibía la iglesia era en valores de tierra y en cabezas de ganado. Pero como la puesta en producción de esa inmensa cantidad de propiedades y recursos exigía una organización muy extensa y difícil de lograr, la iglesia prefería arrendar a terceras personas estos bienes, a cambio de recibir un interés anual de 5 o/o sobre el valor total de las propiedades entregadas, con lo que se obtenía la suma necesaria para la celebración de las misas, que era lo importante para sostener económicamente a los párrocos y a las órdenes religiosas.
Pero como la posesión de propiedades de capellanías exigía el pago de un rédito anual del 5 o/o de su valor en dinero, suma para la época bastante alta si se toma en cuenta la baja capacidad mercantil de los hatos y su baja productividad, sólo recurrían a ese sistema las personas que o bien no tenían propiedades o que deseaban ampliar las que tenían por medio de un esfuerzo muy dinámico. En este caso, ya los libertos no disponían solamente de la tierra, como era tan fácil por la modalidad de los terrenos comuneros, sino que disponían de las tierras más el ganado que se encontraba en ellas y otros recursos hasta cierto punto costosos necesarios para la ganadería en una cierta escala. La iglesia incluso daba facilidades para que los que tomaban propiedades a tributo de capellanías o de otras propiedades corporativas pudiesen ir abonando el pago del capital, es decir, del valor de la propiedad, puesto que se prefería tener el dinero líquido que un interés anual bastante mediocre y a menudo muy difícil de cobrar. Al abonar la totalidad del capital de la propiedad que explotaban, la iglesia perdía todo derecho sobre ella y estas personas se transformaban en propietarios plenos de tierras y ganados. Así no era extraño que personas que habían sido esclavos pudieran llegar a posiciones sociales relativamente elevadas, siendo propietarios de hatos de cientos de cabezas de ganado y de algunos esclavos.
El sistema de donaciones a la iglesia y de tributos y capellanías fue además un factor de movilidad porque tendía a equiparar la distribución de las riquezas. Generalmente, las donaciones importantes provenían, como es normal, de grandes propietarios, con lo que dilapidaban en términos económicos en beneficio de la búsqueda de la salvación ultraterrena, gran parte de sus propiedades. Es decir, los ricos paralizaban su capacidad de multiplicación de sus riquezas y los pobres tendían a aprovecharse de esta situación usufructuando esas riquezas en tributos y capellanías.
Se tendía, pues, a determinadas nivelaciones de los agrupamientos sociales en las que, sin embargo, lo determinante era la pobreza económica y la incapacidad de fortalecimiento de la aristocracia colonial y los hateros. De haber habido una economía fuerte y una clase dominante en rápida expansión, se puede asegurar que no se hubiese manifestado una expresión ideológica como la que tendía a la dilapidación de las propiedades y se hubiesen creado mecanismos institucionales que, mediante la valoración del trabajo de los esclavos y de las propiedades agrarias, no permitiesen el ascenso social de las clases inferiores.
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