En política está prohibido improvisar... Y la escuela del italiano NiccolÚ di Bernardo dei Machiavelli-- el mismísimo Maquiavelo-- recomienda qué hacer en cada caso desde los finales del siglo XV.
En ese arte maquiavélico de gobernar un país con las características de este mulataje rebelde, Joaquín Balaguer fue un auténtico maestro. Y Leonel le sigue los pasos.
La diferencia son los métodos, aunque en todos los casos prevalece el criterio del guante de seda en una mano y en la otra la manopla de acero. Pero antes de eso hay que ganar el poder, y en nuestro esquema el poder sólo se gana con votos que hay que salir a buscar “hasta debajo de las piedras...”
“Y si no aparecen los votos... tienen que aparecer los votos”, así de simple.
El problema viene después que se tiene el poder... ¿Qué hacer con él?
Los manuales maquiavélicos recomiendan que más importante que el poder, es mantenerse en él. “No importan los medios”, lo cual luce aberrante, pero eso es la política.
Por supuesto, en ese punto es donde entra en juego la inteligencia de un político y sus asesores para mantenerse en el poder sin transgredir los principios que legitiman su mandato y sin violar las normas morales y éticas que le dieron origen.
Hay gobernantes que no tienen escrúpulos-- la humanidad los registra por miles-- y conservan el poder a sangre y fuego violando todas las reglas. Se ponen el guante de acero en las dos manos, y se quedan a la mala... ¡Pero terminan en el zafacón de la historia! Trujillo es un ejemplo.
Esos son los menos inteligentes, los que se ofuscan con la transitoriedad del mando porque no tienen referentes históricos. Y el poder, lo sabe todo el mundo, enceguece.
Los otros, los más inteligentes, saben cuándo irse y cómo partir. Porque no se van para siempre... ¡Suelen volver!
Balaguer es el gran maestro de la política dominicana. Pero no porque inventara nada; simplemente porque aplicó los manuales del poder político y supo colocar cada cosa en su sitio y en su momento.
Ante una sociedad inculta, incapaz de administrar una democracia que no conocía y que menos entendía, Balaguer actuaba a veces como el déspota de una tiranía, y otras veces como el demócrata más comprensivo, humano y tolerante.
Si había que matar, él no mataba... Pero se hacía el loco, el desentendido.
“Los guardias y los policías también son dominicanos y tienen madres, hijos, hermanos...” La frase la pronunció Balaguer en un momento de muchas protestas por las acciones criminales de La Banda, que llenaba las calles de terror.
Pero cuando lo consideró conveniente para su gobierno, ordenó desmantelar esa organización parapolicial y apresar a todos sus miembros y dirigentes. Algunos se suicidaron, otros se fueron por años al exilio, y la mayoría purgó cárcel por buen rato.
Y así manejó Balaguer el país en sus primeros 12 años de gobierno... Mezcla de terror, avances económicos; represión política, desarrollo de infraestructura; corrupción administrativa, distribución del ingreso.
Creó una nueva clase media con poder de compra y los más pobres accedieron por primera vez a una migaja estatal que nunca habían tenido.
Se fue del poder cuando ya no pudo seguir... Pero se fue para volver. Y cuando volvió, volvió otro Balaguer.
Es preciso volver al tema. Porque parece ser que Leonel recorre ese camino.
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