Adriano López Morillo (1841-1913). Oficial del ejército español que participó en la Guerra de Restauración.
Nacido en la ciudad gallega de El Ferrol, fueron sus padres Francisco López y María Manuela Morillo. En 1859 se casó con Dolores Pardo de Lama y Pardo de Andrade, miembro de una familia de arraigada nobleza. Dos años antes había ingresado como cadete en el cuerpo de Infantería, siendo destinado en calidad de subteniente a la isla de Cuba, en cuya capital ocupó el puesto de jefe de guardia de la residencia del gobernador Serrano.
El 30 de marzo de 1861, dos días después de proclamarse la anexión a España de la República Dominicana, embarcó en el vapor Isabel la Católica con el batallón de la Corona, y llegó a la ciudad de Santo Domingo el 9 de abril. Luego partió para Samaná y de ahí a Puerto Plata y Santiago, la plaza de su destino. Tenía 19 años y a pesar de su juventud, supo ganarse el aprecio y la amistad de los principales vecinos de esa población. Su cultura y los buenos modales de que hacía gala le granjearon el afecto de familias como los Rojas, Aybar, Espaillat, Heneken y Valverde, de modo que cuando estalló la Guerra de Restauración no solo le revelaron muchos hechos concernientes a ella, sino que le salvaron la vida más de una vez.
La primera etapa de la presencia de López Morillo en la República concluyó al poco tiempo de ser vencidos los primeros levantamientos antianexionistas. Con la paz aparentemente lograda, el mencionado batallón regresó a Cuba. Cuando estalló la rebelión de marzo de 1863, Morillo y las tropas que comandaba el general José de la Gándara se vieron obligados a acudir en socorro de las que habían quedado en el territorio dominicano. El 18 de agosto participaron en la toma de Puerto Plata. El deterioro de la situación española en Santiago hizo que el batallón de López Morillo, reforzado por el de los cazadores de Isabel II, rompiera el cerco y rescatara a los soldados atrincherados en el fuerte de San Luis. En ese combate, que ganaron las armas dominicanas, López Morillo fue herido y enviado prisionero a Jánico. Su cautiverio duró hasta el 10 de abril de 1865, cuando fue canjeado por un oficial restaurador.
Su carrera militar discurrió entre España y las Antillas. De Cuba, adonde su batallón fue evacuado cuando la reina Isabel derogó la anexión, se le envió a la Península, donde operó en varias acciones bélicas contra los carlistas. En 1890 obtuvo el grado de teniente coronel y fue nombrado comandante del Sexto Departamento de Puerto Rico y secretario de la Junta de Defensa de esa isla. De regreso a su patria en 1892, como coronel, desempeñó durante diez años el mando del regimiento de Reserva de La Coruña, donde falleció con el rango de general de brigada.
López Morillo compartió su vocación castrense con la política y literaria. Sus numerosos artículos de prensa defendieron los ideales de los partidos políticos más avanzados de su época. Ganador de varios certámenes histórico-literarios, la Real Academia Gallega de la Historia lo nombró miembro de número. Fruto de su interés por la historia fue la voluminosa obra que escribió acerca de la anexión de la República a su antigua metrópoli y que permaneció inédita hasta 1983. Iniciada 40 años después de concluir la Guerra de Restauración, su propósito consistió en esclarecer muchos aspectos desconocidos de ese hecho. Valiéndose de numerosos documentos, así como de relatos de testigos, narró pormenorizadamente, a veces de forma novelada, las incidencias, intrigas, problemas y desacuerdos en que se vieron envueltos los principales dirigentes restauradores. Sus diálogos reproducen con una fidelidad asombrosa las peculiaridades morfológicas y fonéticas del habla popular cibaeña. Para el oficial español, el paisaje dominicano es uno de los más bellos del mundo por su exuberancia y las múltiples tonalidades que adquiere el color verde de las costas y tierras adentro. Califica a los dominicanos de sobrios, sencillos, afables, francos, hospitalarios y valientes, y describe con notable acierto sus costumbres, viviendas, vestidos y diversiones.
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