viernes, 21 de junio de 2013

LA INGRATITUD HAITIANA




Mientras el gobierno haitiano mantiene invariable su veda a los pollos y huevos dominicanos, a pesar de las explicaciones de nuestro país, reforzadas por la afirmación de la Organización Panamericana de Salud de que no tenemos gripe aviar, comienza a tomar cuerpo la teoría de que intereses oscuros serían los responsables de esa situación.
Simplemente no quieren nuestros productos del otro lado de la frontera, pero curiosamente no se han acordado de los ciudadanos haitianos que viven de este lado y consumen el pollo y el huevo sin problema alguno, no ha habido una sola advertencia, un comunicado o declaraciones dirigidas a estos inmigrantes.

Esto levanta suspicacias y para algunos confirma que hay intereses poderosos detrás de toda esta prohibición, más allá de un problema sanitario.
Lo triste es que este vecino país, que no cuenta con una fuerza propia para garantizar su seguridad ni el orden, nos tenga virtualmente a su merced en términos comerciales. Tal parecería que los funcionarios haitianos están disfrutando de este momento de gloria, donde han tratado prácticamente de ponernos de rodillas, a rogarles que compren nuestros pollos y huevos.  Y el presidente Michel Martelly guarda silencio.
Siempre llevamos las de perder con los haitianos, no hay nada que hagamos de este lado que ellos reconozcan, ni la comunidad internacional,  ni siquiera el hecho de que fuimos los primeros en llegar en auxilio de ese pueblo tras el terremoto, o la realidad de que en la frontera, en los hospitales dominicanos, se atienden a más haitianos que criollos.
Decía el fecundo escritor Miguel de Cervantes Saavedra, “Que no hay pecado que enoje más a Dios que la ingratitud

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