jueves, 4 de julio de 2013

EL FUSILAMIENTO DE SANCHEZ: 4 DE JULIO DE 1861




El General Francisco del Rosario Sánchez, conocer  la traición cometida por Santana al convertir la  República en colonia española, se introdujo a su país teniendo que pasar por Haití, por  no poderlo hacer por otra parte. El 29 de  mayo de 1961 Romualdo Montero entregó el puesto militar de El Cercado al General Francisco del Rosario Sánchez, y se  quedo acompañándolo  mientras creyó que la revolución tenia  probabilidad  de prosperar. Pero las cosas cambiaron; el Presidente Geffrard suspendió a los revolucionarios dominicanos  la protección  que venía prestándoles.
Manuel Ma. Gautier, Agente Fiscal de los revolucionarios en Port-au-Prince, transmitió la desagradable noticia a Sánchez y a Cabral para que supieran a qué atenerse y resolvieran en consecuencia. Sánchez quiso resistir hasta lo último, pero Cabral, sin  consultar con nadie se despidió de sus compañeros de armas y se refugió en Haití  acompañado del general Valentín Ramírez Báez y del teniente coronel Jacinto Peynado. Con la idea  de Cabral  quedó abandonado el campamento de Las Matas y  entonces el general Pedro Alejandrino Piña vino a reunirse al General Sánchez en El Cercado.
Sánchez no pudo ya ocultar a sus compañeros  de armas la conflictiva situación en que se encontraban y convocó una junta de guerra, para tomar pareceres y resolver lo conveniente en vista de las circunstancias. Se resolvió abandonar El Cercado y trasponer la frontera. Así las cosas  empezó su obra  de traición  y Raymundo Montero, el mismo que entregó El Cercado a Sánchez  al considerarlo perdido y  acompañado de un tal Pedro Gil ( 2- en los archivos de Don José G. García se encuentra un documento en que se prueba lo que se dice de Pedro Gil), avisó lo que ocurría   a Santiago de Oleo,  uno de los hombres más influyente de la localidad, quien con su hermano Fructuoso y otros parientes y amigos, se puso a la cabeza  de la reacción  para salvar el pueblo del compromiso en se encantaba con el gobierno.
La familia de Oleo y sus amigos pusieron emboscadas en todos los caminos y cuando Sánchez y sus compañeros quisieron dirigirse a la frontera al llegar al paso  de Los Guineos próximo a El Cercado, fueron acribillados  a balazos por los traidores arriba mencionados. Sánchez quedó gravemente herido; Pedro Alejandrino Piña, contuso, salvado en las  ancas  del caballo  de Timoteo Ogando; Félix Mariano Lluberes y Miguel Saviñón, heridos lograron internase  en Haití. Sánchez y dieciocho compañeros fueron  hechos prisioneros y conducido a San Juan. (3- La Historia conserva estos nombres de los compañeros de Sánchez;  coroneles Juan Erazo y Gabino Simonó; comandantes y capitanes Baltasar Belén, Benigno del Castillo,  Félix Mota y Francisco Martínez; oficiales subalternos y paisanos  Domingo Piñeiro, José Ant. Figueroa,  Manuel Baldomera, Julián Morris, Juan Gregorio Rincón, Prudencio o Rudesindo de León, Pedro Zorrilla,  Luciano Solís, José Corporan, Juan  de la Cruz, Epifanio Jiménez o Sierra y José de Jesús Paredes.
El 3 de julio de 1861 fueron sometidos  en San Juan a un simulacro de Consejo de Guerra que se reunió en la Plaza Pública en el que se omitieron todas  las formalidades legales. Presidía ese Consejo el general Domingo Lazala y el Fiscal fue  el coronel Tomás Pimentel; ambos eran creaturas del verdugo de la Patria general Pedro Santana, quien, olvidándose de ya no era un Presidente dictador sino un Capitán General  que obraba en nombre de la Reina de España quiso ahogar en sangre, como acostumbraba, aquel movimiento intentado por los patriotas como protesta contra la anexión  a España, obra  exclusiva de un grupo político, pero nunca de la voluntad del pueblo dominicano
La conducta de Santana para con los infelices prisioneros ocasionó las protestas del señor Brigadier Peláez, y segundo cabo de Santo Domingo, lo que  para nada valió pues el consejo de guerra no permitió defensa alguna a los acusados. Sánchez trató de echar  sobre sí  toda las responsabilidad de lo acontecido para salvar  a sus compañeros; pero al ver que Romualdo Monteo, el que le había entregado El Cercado, se presentaba a  declarar en contra suya, le increpó diciéndole “Tú debías estar  sentado aquí en el banquillo de los acusados, pues me entregaste la plaza de El Cercado voluntariamente, traicionando al gobierno a quien servías, para después traicionar  a tus nuevos compañeros”.
El Judas Montero fue reducido  a prisión  y condenado a muerte junto a Sánchez y con los demás patriotas que lo acompañaban .la sentencia se ejecutó en la tarde del 4 de julio de 1861,  de la manera más cruel y repugnante, pues los reos fueron muertos unos a tiros y otros a  palos y a machetazos. El presbítero Narciso Barrientos fue quien acompaño a los reos al patíbulo; y le hizo guardia  en la capilla, la compañía de Pardos del ejército de Cuba (véase  lo que dice respecto a  esto  nuestro historiador García, tomo III, Páginas 415 a418)
Sobre lo narrado anteriormente dice el General Gándara en su obra Anexión y Guerra de Santo Domingo, Tomo I, libro III, capítulo I, Páginas 204 y siguientes. “Acaudillados por algunos oficiales dominicanos y algún otro que se despronunció, los vecinos de El Cercado echaron de la población a los  insurrectos acosándolos por  los montes hasta que muchos  repasaron la frontera no sin dejar bastantes prisioneros entre los cuales merece citarse el general Sánchez que estaba herido de gravedad.”
Añade Gándara “El número de prisioneros llegó a elevarse a 21. Se le sujetó por orden de Santana a un sumarísimo e irregular procedimiento y fueron fusilados en 4 de julio de 1861, contra  la opinión y las reclamaciones escrita del Brigadier Peláez que  pasó quizás los límites de la subordinación, impulsado por los sentimientos de humanidad, bien que puede exponerse en su descargo que aquellas ejecuciones constituyen  un acto de tiranía grosero e indefinible, pues según refieren los testigos presenciales, no se hizo para condenarles más que una parodia de consejo de guerra, incapaz de satisfacer en manera alguna las legítimas exigencias de un procedimiento racional
El diplomático español expresa además en su obra  Anexión y Guerra de Santo Domingo “Ante ese Consejo perecieron los acusados, para verse tratar como enemigos y no como reos. Se les condenó a sufrir la última pena y esta sentencia fue cumplida en términos que  repugna recordar, pues mientras a unos  los remataron a tiros otros sucumbieron a palos o a machetazos de lo que protestó asimismo un comandante   del regimiento de la Corona que fuera de este Cuerpo se hallaba en San Juan. Por último está  sangrienta escena, tanto más inoportuna como que por primera vez al sancionarla invocaban las autoridades dominicanas el  nombre de la Reina  de España, fue  aceradamente censurado en la Cámara  andando el tiempo por el general Concha quien decía,  relatando esos  hechos “  Se fusilaron más de quince personas comprometidas y se fusilaron de una manera que dio lugar, y con razón, a graves altercados entre el señor Peláez , Segundo Cabo de la Isla, y el general Santana, porque aquellos fusilamientos se  hicieron como si no imperase allí la justicia, como si no rigieran allí las leyes que protegen la vida del hombre. Los fusilamientos se hicieron por el sistema antiguo de la República, y que entonces el general Santana no era jefe del Estado, sino Capitán General en nombre de Su Majestad la Reina
Como comprobación de lo que dice el General Gándara de las reclamaciones escritas del brigadier Peláez, copiamos a continuación párrafos de una carta de este último publicada por el mismo Gándara;
“Cuando por la carta particular que escribí a V.E. hallándome en camino a San Juan, y por el oficio que tuve el honoro de dirigirle antes de ayer pidiéndole indulgencia para los prisioneros hecho en El Cercado,  esperaba que  serían indultados de la última peña a nombre de S.M. la Reina N.S.(q.D.g.) me llama hoy de horror y de justa indignación  la infausta nueva de que aquellos infelices han sufrido el día 4 de julio 1861, la pena capital con circunstancias tales y un lujo  de crueldad que ha sobrecogido a los habitantes de esta comarca, a mí mismo y hasta el último de los subordinados. La  excelsa señora a quien sus pueblos saludan como madre, la que  es amparo y égida de los desgraciados, aquella cuyos labios no se abren sino para pronunciar la palabra “perdón”; la que al dirigirse a sus hijos en Santo Domingo le promete la paz asegurándoles que si esta isla fue la predilecta de Isabel I será la especial protegida de Isabel II, no podrá consentir se halla, derramado en sus augusto nombre la sangre de un puñado de ilusos, V.E., EN su alta penetración, rechazará como rechazo yo, con  todos mis subordinados, el  que se  haya invocado el nombre de aquella augusta señora para el sacrificio inhumano de las víctimas indefensas de San Juan
De lo descrito en esta carta, es prueba de que la matanza de San Juan, fue obra de  Santana y sus  secuaces.





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