La Primera protesta armada contra la anexión corresponde en el orden cronológico a San Francisco de Macorís. En el primer acto del cambio de la Bandera. El pueblo se amotino tratando de impedirlo. Algunos patriotas armados de fusiles lanzaron voces de ¡abajo España! y tiraron los primeros disparos, aunque al aire, en protesta de la infame esclavitud que había matado la patria.
Esta viril protesta fue un acto espontáneo y sin la necesaria combinación, cuando izaron la nueva Bandera (Española), le cayeron a tiros en la misma plaza de la Comandancia, hoy el Parque de Recreo (1861), siendo menester que el Comandante de Armas Gral. Juan Esteban Ariza hiciera uso de la fuerza y como esta primera imposición no bastaba, tuvo que disparar un cañonazo sobre los amotinados
El pronunciamiento de Puerto Plata el 26 de marzo de 1861, fue el último, con el se cumplieron las 4,000 firmas, entre autenticas y falsificadas, que suscribieron los empleados generalmente autorizando la Anexión. Esta cifra no es significativa en comparación de la población de la R epública que se estimaba en 1861 de unos 300,000 habitantes.
A los cuarenta y cinco (45) días de proclamada la anexión hubo la primera protesta armada organizada, en la Villa de Moca, que fue asaltada y tomada por el Coronel José Contreras, que era ciego, (aún algunos historiadores de la Restauración dicen que no era ciego), el 2 de mayo de 1961, los valientes pronunciaron la plaza y proclamaron el restablecimiento de la Independencia
El coronel José Contreras era un soldado de la Independencia que no transigía con yugos extranjeros. Aunque estaba ciego, sin consultarlo a nadie ni guardar combinaciones en otros pueblos, se lanzó una tarde al combate, acompañado de sus antiguos compañeros de la Independencia, aprovechando una ausencia del comandante de armas Juan Suero, que luego fue el general más notable del ejército español, el "Cid Negro", que dijo La Gándara.
Durante la noche el comandante Juan Suero improvisó una pequeña fuerza y recuperó su plaza, apresando al Coronel José Contreras, y a sus compañeros; José María Rodríguez, José Inocencio Reyes y Cayetano Germosén. El General Santana, Capitán General de la colonia se voló a Moca y ejecutó a dichos patriotas el 19 de mayo de 1861, obedeciendo a sus ímpetus sanguinarios. El mimo día precisamente del decreto real de Isabel Segunda aceptando la reintegración de Santo Domingo a la corona de España.
De modo que le corresponde al insigne mocano coronel José Contreras el honor de haber sido el primer dominicano que protestara con las armas y diera su vida por el noble ideal de la Restauración. Del cadalso de Moca, levantado por el feroz victimario Santana, partió la primera flecha envenenada de la venganza popular que un día llegó certera a su destino, después de azarar a Santana con tremendos fracasos e inesperadas amarguras; ella se convirtió en el venero suicida que ahogó su vida equivocada, para librarle de la vergüenza de ser más despreciado y acosado condenado por un consejo de guerra español.
Desde que el General Francisco del Rosario Sánchez tuvo noticia del crimen insólito de la anexión, lanzó un manifiesto de protesta y busco el apoyo del Presidente de Haití Geffrard, para levantar la revolución reivindicadora, justificando con esa actitud sus laureles como miembro del grupo heroico de la Puerta del Conde. El cual fue lanzado desde la Isla de Sant Thomas.
Encontrándose Sánchez en Port-au-Prince encendiendo el faro de la Revolución, recibió como emisario de Santiago Rodríguez, por entonces maestro de escuela de Sabaneta, al joven José Cabrera, que luego fue el eminente general restaurador. Llevara el encargo de asegurarle al prócer de la Puerta del Conde la correspondencia del Cibao a su alta inciativa reivindicadora. Y le hacia alguna indicaciones útiles, dejándole al emisario Cabrera como hombre de toda la confianza de Santiago Rodríguez
En efecto, el joven Cabrera, muy práctico en la vida fronteriza, fue uno de los principales emisarios del general Sánchez en sus frecuentes comunicaciones con los patriotas de la línea fronteriza suroeste. Obtenida por Sánchez la cooperación del influyente general Santiago de Olio, del Cercado, y de los subalternos de ese importantes jefe, el general Francisco del Rosario Sánchez atravesó la frontera en el mes de junio de 1861, acompañado de los generales; José María Cabral, Fernando Tabera y varios más, dominicanos civiles y soldados presentes
El general Cabral envió uno de sus tenientes, el coronel Gabino Simonó, a tomar a Las Matas de Farfán, que ocupó, y los patriotas dominicanos al Cercado, a Cachimán, y a Neiba. El gobierno español envió una escuadra a Port-au-Prince amenazando bombardear si no retiraba en el acto todo su favor a la Revolución Restauradora, lo cual hizo Geffrard inmediatamente, negándole a los patriotas dominicanos los recursos y armas prometidos.
La noticia sembró el saliendo y la defección entre las filas. El indigno general Santiago de Olio, para librase de responsabilidad se convirtió en traidor y perpetró la pérdida de sus compañeros. Volviéndose pérfidamente sus armas contra ellos. Llegó por entre los monte al Mangal, al pié del primer paso del río Cañas, en la loma de Juan de la Cruz, camino de Hondo Valle hacia Haití, e hizo una emboscada, en donde recibió a sus antiguos compañeros con descargas cerradas, cuando ellos iban hacia Haití para salvarse.
El miserable criminal de Olio pudo apresar a Sánchez herido y a veinte de los compañeros del prócer que no pudieron huir por no conocer los lugares. El joven José Cabrera, práctico en todas las líneas fronterizas, logró salvarse ocultándose en Haití, y regresó a Sabaneta en 1863 para tomar parte en la Restauración.
Presos en San Juan de la Maguana el prócer y sus heroicos compañeros fueron implacablemente sentenciados a muerte, de orden de Santana, por un Consejo de Guerra presidido por un enemigo de Sánchez el general Domingo Lazala; el fiscal eras el coronel Tomás Pimentel. El juicio cuya sentencia vino pronunciada de la Capitanía General revistió un carácter aparatoso y cruel. El General Francisco del Rosario Sánchez, hizo cuanto pudo en sus declaraciones por salvar a sus compañeros, asumiendo toda la responsabilidad del movimiento
Ya pronunciada la sentencia de la venganza, el coronel español Peláez le pidió por escrito a Santana clemencia por la vida de los prisioneros y otros oficiales españoles insistieron en el perdón. Pero inútilmente; en aquel corazón salvaje había muerto la piedad y solamente se animaba para el logro de sus ambiciones y de sus crueles venganzas
La oficialidad española había reprobado el fusilamiento del coronel Contreras y sus compañeros en Moca y no quería que la anexión de un pueblo engañado fuese sellada con sangre de patriotas. Pero Pedro Santana, el verdugo de María Trinidad Sánchez, creía en su ignorancia, que el fuego inmortal del patriotismo podía apagarse en un lago de sangre, ¡No había seguramente estudiado la historia de todos los tiempos.
El padre Barrientos le administro los sacramentos al prócer de la Puerta del Conde, que fue fusilado en la tarde del 4 de junio de 1861 con sus compañeros mártires, en la Villa de San Juan de la Maguana. Mientras le conducían al patíbulo, herido, sobre una silla, iba recitando el miserere "YO SOY LA BANDERA NACIONAL, REPITIO, QUIERO MORIR ENVUELTO EN ELLA". Lo cual le fue concedido como un último honor al que sólo vivió para la libertad desde la jornada épica de febrero.
El comandante Antonio Luzón del batallón "La Corona", protestó enérgicamente del fusilamiento, y para no autorizarlo con su presencia, salió de San Juan con sus fuerzas. También el segundo Cabo el brigadier Peláez pidió desde Azua clemencia a Santana por los sentenciados. Inútilmente. Estos acontecimientos sanguinarios le revelaron al pueblo que no habían cesado los odios santanitas y las pérfidas venganzas, ni aun después de morir la República; pues el general Santana seguía viendo con malos ojos a los baecistas y amenazándoles, lo cual aumentaba la hoguera de la revolución
La masonería para librarse de persecuciones se vio constreñida a cerrar sus templos. Pero sus miembros tenían que ser fieles a la consigna liberal de dicha institución, dedicada a la caridad, el derecho y a la libertad. Creciendo la ola del descontento general surgió el movimiento de Neyba en la madrugada del 3 de febrero de 1863. Un grupo de 50 hombres, con el comandante Cayetano Rodríguez a la cabeza, pronuncio a Neyba e hizo preso al comandante de armas general Domingo Lazala. Pero los vecinos consideraron ese movimiento una locura y se reunieron en la Alcaldía, atacaron la comandancia, vencieron a los patriotas y prendieron al Comandante Velásquez, bajo la dirección del Alcalde.
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