lunes, 8 de julio de 2013

LA POLÍTICA DOMINICANA EN EL SIGLO XX




La centralización y el autoritarismo que caracteriza al Estado
Dominicano es el resultado de un proceso histórico que se inicia
con el modelo de dominación impuesto en la colonización sobre
una base de Nación que fue por muchos años, más propósito que
realidad. En ese proceso, caracterizado también por la inestabilidad política y las precariedades económicas, los regímenes más estables fueron los menos democráticos, imponiendo el sello de la
centralización y el autoritarismo en la consolidación del Estado.

Desde el punto de vista político puede afirmarse que con la colonización realizada por España, fuimos primero «Estado» antes
que «Nación». Se nos impuso un modelo de dominación, concretizado en una estructura administrativa, a imagen y semejanza de
una metrópoli distante, sobre grupos humanos dispersos que formaban «tribus» distintas antes que una «nación». Heredamos de
España la centralización y el autoritarismo, sellos característicos
del reino de Castilla. Pero la realidad es más compleja todavía.

En el proceso que siguió a la independencia en febrero de 1844 se
reproduce, y a veces hasta se magnifica, la herencia recibida. El autoritarismo y el fraccionamiento del poder político, producto del
caudillismo, constituyen algunos de sus sinos. El Estado Dominicano nacido de estas guerras libertarias no fue más que una ilusión. Al
igual que en los demás países latinoamericanos, se expanden en toda
América formas híbridas de gobierno, las cuales, en su contenido y
forma, negaban con creces los ideales inspiradores de los procesos
independentistas. Enfrentados los grupos sociales por controlar el
naciente estado, se produjo en nuestro país, y por qué no, en los
demás países de América Latina, una situación de casi absoluta ingobernabilidad. Los enfrentamientos entre los propios grupos políticos (conservadores contra conservadores, y de éstos con los liberales) convierten la vida política dominicana en un verdadero teatro.
El caudillismo, esa particular forma de manipular a las grandes masas, hace posible que los golpes de estado se sucedan unos a otros
como algo natural. Los 59 gobiernos que se imponen en 56 años
(1844-1899) constituyen la prueba más fehaciente de lo que acabamos de afirmar. Así pues, en esta nueva etapa de la vida política
dominicana se consolida la vocación absolutista.
Con la dictadura de Ulises Heureaux, la consolidación autoritaria del Estado da pasos firmes, concluyendo en el diseño y puesta
en funcionamiento de un incipiente Estado moderno dominicano
que terminará estructurado, organizado e impuesto por una potencia extranjera invasora, bajo un régimen militar de ocupación. La
dictadura de Trujillo rematará la obra donde se conforma, casi de
forma definitiva, el Estado moderno, autoritario y centralizado.


Ulises Heureaux fue asesinado el 26 de julio de 1899. Con su
desaparición se reinicia el caos político. Aplacadas por la figura preponderante del dictador, las luchas intercaudillistas se recrudecen
con su muerte. El liderazgo político, y por supuesto el control del
Estado, era objeto de disputa entre dos figuras, aliados inicialmente,
mortales enemigos después: Juan Isidro Jimenes y Horacio Vásquez.
Los seguidores de ambos líderes se organizaron en estructuras que se
hicieron llamar «partidos». El gallo fue el distintivo de sus organizaciones, símbolo muy propio de nuestra cultura popular. Se distinguían sólo por su cola. Los horacistas se hacían representar por un
hermoso gallo con una gran cola, y se les denominaba popularmente como los «coludos»; mientras los jimenistas asumieron un gallo
sin cola, por eso eran conocidos como «los bolos».



Las pugnas entre estas dos agrupaciones trajeron como lógica
consecuencia la alternabilidad forzosa y abrupta del poder. Entre
1899 y 1916, es decir, en 17 años, el país tuvo 17 gobiernos. Sólo
Ramón Cáceres puede permanecer un poco más de tiempo (5 años),
lo cual significa que los restantes 16 gobernantes tuvieron que distribuirse el poder en 12 años.


La enumeración síntética de los acontecimientos y cambios no deja
la menor duda sobre esta turbulenta época histórica. El interés de los
grupos políticos era el simple control del Estado. Carentes de discursos políticos, de programas de gobiernos, mucho menos de proyecto
político alguno, un caudillo regional llamaba a sus seguidores para
combatir al jefe de turno. Veamos el proceso: Wenceslao Figuereo.

Vice Presidente de Lilís, asumió la presidencia a la muerte del dictador, pero sólo resiste la presión por un mes y unos cuantos días (del 26
de julio al 30 de agosto de 1899), pues decide renunciar. Ante su
renuncia el Consejo de Secretarios de Estado toma posesión, pero no
puede durar más que un día, pues la revolución antililisista había triunfado. Se elige entonces un gobierno interino: Horacio Vásquez como
Presidente (de agosto a noviembre de 1899). El gobierno revolucionario presidido por Vásquez organiza las elecciones. Celebrado el escrutinio, resulta electo Juan Isidro Jimenes quien permanece poco más
de dos años en el cargo (del 15 de noviembre de 1899 al 2 de mayo de
1902). La alianza Vásquez –Jimenes era débil, por tanto efímera. Demasiadas ambiciones estaban en juego. Producida la ruptura entre los
líderes y declarados como enemigos políticos, se inicia una nueva cadena de enfrentamientos. Horacio Vásquez decide levantarse en armas en contra del Presidente Jimenes, lo derroca y vuelve al poder porun año (del 26 de abril de 1902 al 23 de abril de 1903). Pero los
lilisistas no quieren sucumbir en el ostracismo, se levantan en armas e
imponen la figura de Alejandro Woss y Gil, un viejo y fiel colaborador del dictador, quien logra, con muchos esfuerzos y con el empleo de
la fuerza, permanecer en el poder por ocho meses (del 23 de marzo al
24 de noviembre de 1903). Los horacistas y los jimenistas no podían
permitir que los remanentes del lilisismo se impusieran nuevamente y
organizan entonces la llamada Revolución Unionista. Bolos y coludos se unen frente al enemigo común. De común acuerdo nombran a
Carlos Morales Languasco como Presidente de la República. De nuevo afloran las diferencias. Los jimenistas se sienten marginados del
poder, se levantan nuevamente en armas produciendo la llamada Revolución Desunionista. Morales Languasco luchando contra viento y
marea, logra ostentar el título de Presidente por dos años y tres meses
(del 24 de octubre de 1903 al 24 de diciembre de 1905). Una revolución lo destituye, un nuevo Consejo de Secretarios de Estado asume
el control , pero sólo por unos días (del 19 de noviembre al 5 de diciembre de 1911). Eladio Victoria llega a la Presidencia de la República con el apoyo de algunos sectores. Las dificultades fueron tantas que
sólo permanece 11 meses (del 5 de diciembre de 1911 al 30 de noviembre de 1912). Se ve obligado a renunciar por las presiones de sus
adversarios. Una derrota nuevamente, un elemento de crisis, y un
nuevo salvador en el horizonte, Monseñor Adolfo Alejandro Nouel,
quien gobierna sólo unos meses (del 1° de diciembre de 1912 al 13 de
abril de 1913), ya que Desiderio Arias, jimenista, se levanta en armas
y lo obliga a renunciar. Sube entonces José Bordas Valdez que, a diferencia de otros, permanece en el cargo casi dos años (del 14 de abril de1913 al 27 de agosto de 1914). Pero no fueron tiempos de paz, pues el
Presidente Bordas tiene que afrontar la cólera de los partidarios de los
horacistas, sus antiguos aliados. Disgustados, criticaban al Presidente
Bordas que había favorecido a los partidarios de Arias, al facilitarle el
control del Ferrocarril Central Dominicano. Se produce un nuevo
enfrentamiento armado, la Revolución del Ferrocarril. Presionado por
los suyos, el Presidente Bordas renuncia, y su vice presidente, Ramón
Báez, lo sustituye (del 28 de agosto de 1914 al 5 de diciembre de 1914).
Después de varios intentos infructuosos, Juan Isidro Jimenes logra
volver al poder (6 de diciembre de 1914 al 7 de mayo de 1916), pero
en sus filas ya se había sembrado la división entre los bolos «pata blanca» y los bolos «pata negra», lo que provoca el debilitamiento de su
fuerza política casi hasta la desaparición. Desiderio Arias, que había
sido su aliado, se convierte en uno de sus principales opositores.


. Juan Isidro Jimenes renuncia y un Consejo de Secretarios de Estado lo sustituye, pero sólo por tres meses (del 7 de mayo al 31 de julio de 1916);
Francisco Henríquez y Carvajal lo reemplaza, permaneciendo en el
poder hasta el momento en que se produce la Intervención Militar
Norteamericana, el 29 de noviembre de 1916.
Esta larga cadena de ascensos, derrotas y revoluciones caracterizan la vida política nacional de los primeros 16 años del siglo
XX. Horacio Vásquez y Juan Isidro Jimenes intentaron monopolizar el escenario político dominicano sin éxito. No pudieron, sin
embargo, desarrollar un liderazgo hegemónico ni para los sectores
dominantes ni para la población. Su participación política se vio
revestida de alianzas tácticas con otros pequeños caudillos regionales, quienes, al igual que ellos, no contaban con la capacidad de
convocatoria, ni la fuerza social suficientes para convertirse en lí-
deres nacionales.



Ramón Cáceres, conocido popularmente como Mon, era hijo de
Manuel Altagracia Cáceres (Memé). Su debut en la vida política
nacional fue junto a Horacio Vásquez y Jacobito de Lara, en la organización y ejecución del complot que puso fin a la vida de Lilís. Su
segunda gran oportunidad fue cuando en 1903, sus amigos lo llevaron como compañero de boleta de Carlos Morales Languasco. Acorralado por las presiones de los jimenistas, el Presidente Morales,
como ya hemos señalado, renuncia a su cargo. El vice presidente
Cáceres asume las riendas del Poder Ejecutivo en 1905 y perdura
hasta 1911, cuando fue asesinado por sus propios partidarios.


Cuando Ramon Cáceres sube al poder la crisis política era profunda. Los movimientos armados estuvieron a la orden del día.
El caso más importante fue el levantamiento de Desiderio Arias,
influyente lider jimenista en la Línea Noroeste. La pericia militar del Presidente y de sus militares allegados, permitieron sofocar a los rebeldes y propiciar un duro golpe al grupo de Juan Isidro Jimenes. Condicionado por la inestabilidad política que desde la muerte de Lilís vivía el país, y por sus propias aspiraciones
de consolidar su liderazgo al margen de las influencias de Horacio Vásquez y su grupo, Cáceres ejerce el poder de forma autoritaria y represiva. Consolidar su poder político se hacía entonces
impostergable. Las medidas aplicadas no dejan la menor duda al
respecto. Dedica tiempo y esfuerzo en la reorganización y equipamiento del ejército. Crea la guardia republicana, que tenía la
disposición presidencial expresa de destruir cualquier vestigio de
oposición.


Lo que mejor evidencia su interés en desarrollar y fortalecer
su liderazgo fueron, sin lugar a dudas, las dos modificaciones a la
Carta Magna (1907 y 1908). Los cambios introducidos a la constitución vigente en ese momento, la de 1896, demuestran con
creces las intenciones del Presidente Cáceres: el aumento a seis
años del período presidencial le permitía permanecer más tiempo en el poder; con la eliminación de la vice presidencia, el Poder Ejecutivo quedaba exclusivamente en manos del Presidente
de la República. En el mismo tenor se introduce la eliminación
del Consejo de Secretarios de Estado, por lo que las grandes decisiones quedaban en manos del Presidente. Los gobernadores provinciales, que durante épocas anteriores tenían mucho poder
político, por ser los representantes del Ejecutivo en la provincia,
fueron reducidos a funcionarios civiles. Divide el gobierno de las
provincias: el poder político quedaba en manos de los gobernadores, mientras el poder militar pasaba a manos de los oficiales
del Ejército.



La política económica de Cáceres abre las puertas a la dependencia económica de los Estados Unidos. Agobiado quizás por los graves problemas financieros y presionado por los acreedores; inseguro
por la inestabilidad política, las prácticas clientelistas y los múltiples
enfrentamientos armados, decide recurrir al Coloso del Norte a fin
de equilibrar las cuentas del país. La deuda pública dominicana vivía una espiral ascendente y casi interminable; en 1906 superaba los
US$ 40 millones de dólares. Para salir de la tormenta, Mon Cáceres
sucumbe a la oferta norteamericana. Mediante la firma de la Convención Domínico Americana de 1907, aprobada por el Congreso
Dominicano en mayo de 1907, culmina un proceso de largas negociaciones financieras entre el Gobierno Dominicano, el Gobierno
de los Estados Unidos y los múltiples acreedores que tenía el Estado
Dominicano. Se solucionaba el principal problema financiero del
país; Estados Unidos compra la deuda dominicana, obliga a los acreedores a aceptar una reducción significativa de sus acrencias, y con
esto reduce en un 50% la deuda pública dominicana. A cambio, y
para asegurar su pago, establecen en el artículo 2 de la Convención
que el Receptor General de Aduanas sería nombrado por el Presidente de los Estados Unidos. Al finalizar el proceso, se legitima el
control norteamericano sobre la vida económica dominicana.


En el corto plazo, Mon Cáceres obtiene resultados inmediatos a
sus intereses. Cuenta con una mayor liquidez, pues las recaudaciones fiscales se hicieron más eficientes, gracias al control norteamericano en las aduanas dominicanas. Esta relativa bonanza le
permite desarrollar una importante política social. Invierte grandes sumas de dinero en la construcción de obras de infraestructura,
como por ejemplo un nuevo ramal del Ferrocarril Central Dominicano, el aumento de las líneas telegráficas y la construcción de
puentes, muelles y escuelas.
Pero la bonanza no pudo reflejarse en el plano político. Para 1910
los partidos dominicanos estaban divididos y en crisis. Los horacistas, por su parte, en principio aliados políticos del Presidente Cáceres, se distancian y comienzan a criticar su política económica. El
Plan de Ajuste de la deuda externa, incluído en la negociación de la
Convención , fue brutalmente enfrentado por los coludos. Horacio
Vásquez, líder de ese grupo y por demás su primo y compueblano, se
resiste inicialmente a complacer las exigencias de sus seguidores de
que debía enfrentar el gobierno de Cáceres, pero al final termina
convirtiéndose en uno de los principales enemigos del Presidente.
La firma de Vásquez en la carta pública donde se critica la política
del Presidente, sella la separación definitiva de esos dos antiguos
aliados. Los jimenistas, de otro lado, estaban desarticulados y enfrentados. Un grupo, apoyado por Juan Isidro Jimenes, defiende la
política gubernamental, pero otro, encabezado por Desiderio Arias,
propugna por el derrocamiento del Presidente.


En las propias filas del gobierno aparecen elementos disidentes. Este es el caso de Luis Tejera, hijo de Emiliano Tejera,Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno cacerista,
quien conspira en contra del Presidente. Su disgusto provino
cuando el Presidente nombró a Alfredo Victoria en la máxima dirección del ejército, cargo al que Tejera aspiraba y se
consideraba merecedor. Desde ese momento no detuvo sus
actividades conspirativas.
Los opositores conspiran de manera sistemática. En los dos años
que transcurrieron entre 1909 hasta 1911, no desmayaron en organizar planes para producir un golpe de estado, o simplemente la
desaparición física del Presidente. Finalmente, el 19 de noviembre
de 1911, cuando Ramón Cáceres paseaba por los alrededores de
Güibia fue asesinado. Con su muerte se puso término a un ensayo
de dictadura que no tuvo tiempo de consolidarse. Una vez más se
abren las compuertas para las aspiraciones de los caudillos. Los
enfrentamientos intercaudillistas, entre esos caudillos militares que
sólo conocían el poder de las armas para dirimir sus diferencias,
vuelven a tomar fuerza. El caos reina de nuevo en la vida política
nacional. Desaparecido Cáceres en 1911, siete nuevos gobernantes asumen el poder, hasta que se produce la ocupación norteamericana en 1916.

La política de expansión de los Estados Unidos se consolidó a
partir de 1898, luego de haber desplazado a los imperios europeos.
El nuevo imperio, hijo de Inglaterrra, pudo monopolizar el sector
comercial e imponer su hegemonía en el sector financiero, lograní dominar el mercado de bienes y capitales en el amplio continente latinoamericano. Parecería como si la doctrina de Monroe
(América para los americanos) y la tesis del Destino Manifiesto
(justificación de la superioridad norteamericana) habían podido
ser demostradas.
En los inicios del siglo XX la política norteamericana hacia Amé-
rica Latina se había definido bajo la consigna de la «Diplomacia
del dólar». En este marco se inscribe la firma de la Convención
Dominico–Americana en 1907. Cuando la persuación diplomática no resultaba eficiente, se aplicaba entonces la política del «garrote». Ejemplo contundente de lo que acabamos de decir, fue cuando en 1903 el presidente venezolano Cipriano Castro se negó a
cancelar las deudas pendientes con las potencias europeas; de inmediato intervino el gobierno de los Estados Unidos, e invocando
la Doctrina de Monroe, obligó a Venezuela a pagar sus deudas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, le ofrece la oportunidad a los Estados Unidos para demostrar su poder en el Caribe y
Centroamérica. Tener el control de la zona, especialmente del Canal de Panamá, era esencial para su dominio estratégico. Las crisis
políticas internas de las naciones que conformaban la isla de Santo Domingo, Haití y República Dominicana, le brindaron las razones suficientes para imponerse a través de la intervención militar
directa. En 1915, luego de los desórdenes políticos que culminaron con la muerte del Presidente haitiano Vilbrun Guillaume Sam,
Estados Unidos ocupa a Haití. Estuvieron allí por espacio de 18
años. Al año siguiente, en 1916, se repitió la historia en la parte
este de la isla. El gobierno de ocupación permanece por ocho años.



La eterna crisis política dominicana no garantizaba ni la estabilidad política ni la protección de los intereses norteamericanos.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, la política intervencionista norteamericana en el Caribe y América se hace aún más evidente. Un caso relevante fue el control del Canal de Panamá, que
significaba, y de hecho significa hoy día también, el acceso directo
del Mar Caribe al Océano Pacífico.



Con la muerte de Cáceres, el horacismo se desarticula, mientras el jimenismo intenta recomponerse como fuerza política. De
nuevo se instauran ensayos de gobierno; cinco efímeros fracasos,
entre 1911 y 1914, sumieron de nuevo al país en el desconcierto.
El grupo de Jimenes logra imponerse en las elecciones de octubre
de 1914 , resultando ganador su líder Juan Isidro Jimenes.
En su segundo y último mandato, Jimenes tiene que gobernar
bajo dos grandes presiones. Por un lado la oposición sistemática de
sus adversarios y sus propios partidarios (el caso de Desiderio Arias
es el más relevante) y por el otro, la presencia militar norteamericana en el Caribe, ante la inminencia del conflicto mundial. Agobiado por las presiones, Jimenes renuncia al cargo en mayo de 1916.
Lo sustituye un Consejo de Secretarios de Estado, el cual es a su
vez sustituído por Francisco Henríquez y Carvajal, quien se ve en
la obligación de entregar el poder a las tropas norteamericanas. La
ocupación se produjo en noviembre de 1916, y fue formalmente
anunciada a la población a través de la lectura de la Proclama firmada por el Capitán William Knapp.


Los nuevos dueños de la situación sabían que debían desarticular los grupos políticos con cierta vocación de poder y que les
eran adversos, esto explica porqué de inmediato sustituyen a los
ministros designados durante el Gobierno de Francisco Henrí-
quez y Carvajal. Sin desmayar un momento tomaron otras medidas que le aseguraran el control político del país. Conociendo
que estaban en un país acostumbrado a dirimir sus diferencias
políticas haciendo uso de la violencia, el gobierno de ocupaciónfue firme y sistemático en el desarme de la población. La medida
fue relativamente exitosa.
Exito relativo afirmamos, porque durante cuatro años, entre 1917
y 1922, y muy a pesar del control impuesto por el gobierno norteamericano, tuvieron que combatir duramente en la parte oriental
la oposición sistemática de un grupo de guerrilleros, conocidos como
los gavilleros. El uso de la guerra de guerrillas, ataque sorpresivo al
objetivo militar mediante células móviles, desconcertaba al ejército norteamericano acostumbrado a librar batallas formales y a
enfrentar un enemigo visible. Dura tarea que durante 4 años mantuvo ocupado al ejército en la región este del país. El empeño del
gobierno de ocupación pudo más que los gavilleros. Los principales cabecillas de este movimiento guerrillero fueron Martín Peguero y Vicente Evangelista, este último muerto en uno de los enfrentamientos con las tropas norteamericanas.


El hecho de que la oposición se concentrara en el este del país,
permitió a Knapp, como jefe del gobierno de ocupación, cumplir
con los objetivos de su misión. Una coyuntura internacional facilita su trabajo y minimiza las tensiones internas. En 1818, fruto de
los efectos de la guerra mundial, la producción en Europa estaba
en sus más bajos niveles, lo que provoca un aumento sostenido de
la demanda de bienes agrícolas e industriales. El azúcar fue uno de
los productos más demandados, lo cual trajo como lógica consecuencia un aumento considerable de su precio en el mercado internacional. La situación favorece grandemente a la República
Dominicana y supuso una súbita y favorable expansión de la vida
económica.


El país vive, entre 1818 y 1821, un período de mucha prosperidad, tanto así, que popularmente se le denomina como la
«Danza de los Millones». Los ingresos extraordinarios permiten al
gobierno el desarrollo de una política social favorable, haciendo
grandes inversiones en obras de infraestructuras. El caso más relevante fue la construcción de las tres carrerteras principales que
unirían a Santo Domingo con el resto del país.
Sin lugar a dudas, Knapp supo ganarse el apoyo de un sector
importante de la población, al incluir a los más ilustres en el
desempeño de importantes tareas. Se agenció la participación de
personalidades de la vida pública para concebir y ejecutar la reforma educativa, que incluía una nueva Ley de Educación, promulgada en 1918, y la creación del Consejo Nacional de Educación. Estos dos elementos, la prosperidad vivida gracias a la «Danza de los Millones» y la política de integración de sectores importantes de la vida nacional en acciones del gobierno, disminuyeron la tensión y la inconformidad por la soberanía mancillada.
Sin embargo, la situación cambia al nombrar al Contralmirnte
Thomas Snowden como sustituto de Knapp en febrero de 1919. A
diferencia de su antecesor, Snowden se niega a incorporar a los
dominicanos, y en sus declaraciones públicas señalaba que la ocupación debía prolongarse hasta tanto el pueblo dominicano aprendiera a dirigir su propio destino.


Las reacciones no se hicieron esperar. La actitud inicial de
cierta aceptación pacífica es sustituída por un sentimiento de
rechazo. Un grupo de intelectuales se manifesta abiertamente en
contra de la ocupación, y enarbola la consigna de que era preferible vivir en libertad, aunque fuese bajo la zozobra de los enfrentamientos entre grupos políticos, que en un país ocupado por una
potencia extranjera. Sobresalen Américo Lugo, Fabio Fiallo,
Enrique Henríquez y Emiliano Tejera. La presión internacional
se hizo más evidente en contra de la ocupación. La labor desempeñada por Francisco Henríquez y Carvajal, denunciando en el
exterior el atropello a la libertad y a la soberanía, tuvo sus efectos. En 1919, varios gobiernos latinoamericanos demandaron al
Presidente Wilson de los Estados Unidos poner término a la ocupación. En 1920 se funda la Unión Nacional Dominicana, presidida por el insigne intelectual Emiliano Tejera. Este grupo organiza una campaña que exige a los Estados Unidos su retiro de la
República Dominicana.


Las presiones determinaron que el Gobierno de los Estados
Unidos destituyera a Snowden y nombrara a Samuel S. Robinson. Al nuevo incumbente le fue asignada la tarea de proponer a
los sectores políticos dominicanos una evacuación escalonada.
Con la firma del Plan Hughes-Peynado, en 1922, se concretiza el
plan de desocupación. Este acuerdo estipulaba la ratificación de
los términos de la Convención Dominico–Americana de 1907,
hasta tanto se saldara la deuda del Estado dominicano con el
Estado norteamericano, la instalación de un gobierno provisional de consenso entre los principales líderes políticos del país,
con la garantía del Arzobispo de Santo Domingo, y la celebración de elecciones libres.


El Plan fue recibido con escepticismo. Algunos sectores lo apoyan, otros expresan resistencia, pero lo cierto es que los líderes
políticos no tenían más alternativa que aceptarlo. El Plan fue firmado por Horacio Vásquez, Federico Velásquez y Elías Brache,
y refrendado por Francisco J. Peynado y Monseñor A. Nouel. Por
la parte norteamericana fue rubricado por el Secretario de Estado norteamericano, el Sr. Charles E. Hughes y el diplomático
Summer Welles. Fue designado como Presidente Provisional el
Sr. Juan Bautista Vicini Burgos. Las elecciones fueron pautadas
para celebrarse el 15 de marzo de 1924.

Los dos grupos participantes en la contienda desarrollan una
intensa campaña política, que una vez más se caracteriza por el
enfrentamiento entre los candidatos. Los seguidores de HoracioVásquez se agrupan en el llamado Partido Nacional; los de Federico Velásquez en el Partido Progresista. Los jimenistas, enemigos
por antonomasia de los horacistas, desarticulados y sin la fuerza
suficiente para presentarse solos, deciden sumarse a la fuerza opositora del horacismo.

Alianzas y enfrentamientos matizan el proceso. Al final de la
campaña, las fuerzas políticas se re-agrupan y constituyen dos bloques: velazquistas y horacistas formaron la Alianza Nacional Progresista, proponiendo el binomio Horacio Vásquez a la Presidencia y Federico Velázquez a la Vice Presidencia. Los jimenistas por
su parte, junto a otros grupos marginales y minoritarios, deciden
unirse y formar la Coalición Patriótica de Ciudadanos, proponiendo a Francisco J. Peynado como su candidato presidencial.


Se impone la experiencia y la fuerza. El frente Alianza Nacional Progresista derrota arrolladoramente a la Coalición Patriótica.
Horacio Vásquez resulta ganador de la contienda electoral y tomaposesión el 12 de julio de 1924. Con el ascenso de Vásquez al poder, se inicia el retiro de las tropas norteamericanas. Finaliza de
esta manera la primera ocupación militar norteamericana en la
República Dominicana.
Este último gobierno de Horacio Vásquez se caracteriza por su
defensa de la política norteamericana. Fue una continuación del
gobierno de ocupación. No bien asume la Presidencia de la Repú-
blica, cuando organiza los aprestos para la firma de una Nueva
Convención Dominico–Americana. Este nuevo acuerdo fue firmado en diciembre de 1924 y, en esencia, ratificaba los términos
de la Convención de 1907.
Una importante diferencia entre Vásquez y el gobierno de
ocupación existía en el plano político; mientras los segundos
pudieron mantener un efectivo control del país, el primero no
tuvo el liderazgo ni la capacidad de impedir el renacimiento
de las luchas intercaudillistas. Los velazquistas, casi desde la
toma de posesión, se rebelan en contra de la autoridad. Cosas
de la política dominicana, los otrora contrarios, los jimenistas, deciden aliarse al gobierno en la búsqueda de fortalecer su
hegemonía.


Dependiente como era nuestra economía del comportamiento del mercado externo, Vásquez tuvo la suerte de contar con un
aumento en los precios en los mercados internacionales de nuestros productos tradicionales de exportación. Corta prosperidad
que permitió al gobierno fortalecerse y hacer importantes inversiones en obras públicas que le ganaron el apoyo temporal de la
población.


La magia del poder trae consigo la insatisfacción de las aspiraciones. Vásquez, como los demás caudillos, sucumbe al deseo
de permanecer dirigiendo los destinos del país. La prolongación del mandato fue la consigna de sus partidarios. En abril de
1927 fue aprobada la modificación a la Constitución de la República. El período presidencial es ampliado a seis años, tal y
como una vez hizo Cáceres casi veinte años atrás. La aplicación
de la nueva disposición de la Carta Magna fue interpretada según los intereses del momento. En un hecho sin precedentes, el
Congreso Nacional dispone que la prolongación del período se
aplicaría al Presidente vigente; es decir, Vásquez gobernaría
hasta 1930, y no hasta 1928, como indicaban las elecciones
ganadas en 1924. De esta manera el Poder Ejecutivo y el Legislativo ganaban unos años.

Pero el cálculo político de Vásquez fue inexacto. Aparecen las
diferencias en sus filas. Se conspiraba en su contra. Las rivalidades
entre sus hombres de confianza, José Dolores Alfonseca y Rafael
Leonidas Trujillo, llegaba a límites insospechados. Variables no
controlables agudizaron la situación. Horacio Vásquez , viejo y enfermo, no cuenta con la fuerza suficiente para detener las contradicciones. Deposita la confianza de la seguridad de su gobierno a
Trujillo, su militar de confianza. La misión del colaborador horacista era enfrentar a Estrella Ureña, antiguo colaborador del Presidente Vásquez, que se opuso abiertamente al proyecto político reeleccionista de Vásquez y sus partidarios.



¡Cuán errada percepción la del Presidente Vásquez sobre Trujillo,
el hombre en el que había despositado su entera confianza! Trujillo esquien concibe, organiza y ejecuta, en febrero de 1930, el golpe de
estado que pondría fin a la vida política de Horacio Vásquez.
Ante la inminencia de los hechos, el Presidente Vásquez, junto a algunos de sus colaboradores, se asila en la Legación de los
Estados Unidos. El 2 de marzo de 1930 presenta formal renuncia
ante el Congreso. Al día siguiente, Rafael Estrella Ureña se juramenta como Presidente de la República, pero detrás de esa formalidad, el verdadero poder estaba en manos del Jefe del Ejército, el General Rafael Leonidas Trujillo Molina.


La organización de las elecciones quedaba como tarea pendiente, así sucedía siempre después de cada golpe de estado. Aparecen
de nuevo las pugnas y los intereses. Estrella Ureña y Velázquez
comprenden de inmediato que Trujillo era el rival a combatir. Al
evidenciar la influencia y el poder de Trujillo, Estrella Ureña decide apoyarlo y junto a los seguidores de Desiderio Arias, y los integranes de los grupúsculos Partido Nacionalista y Partido Obrero,
constituyen la «Confederación de Partidos», que proponía la candidatura de Trujillo a la Presidencia de la República y a Estrella
Ureña a la Vicepresidencia.


Federico Velázquez, aliado incialmente a Estrella Ureña, comprende que esta alianza no le puede reportar beneficios y decide entonces hacer sus propias alianzas. Negocia con el Partido Nacional e
integra una nueva estructura, la Alianza Nacional Progresista, que
lo propondría como Presidente de la República y a Angel Morales
como Vicepresidente. Las aspiraciones de Velázquez provocaron la
ira de Trujillo y su Confederación de Partidos. Los seguidores de la
alianza fueron perseguidos y fuertemente reprimidos por el Ejército.



Como el atropello no se detuvo, el 15 de mayo de 1930, un día
antes de las elecciones, Federico Velázquez anuncia el retiro de su
candidatura ante el hecho de que no habían garantías para la realización de un sufragio libre. Las elecciones fueron celebradas con
una sola candidatura. Lógico es pues suponer que el binomio Trujillo-Estrella Ureña ganara de manera arrolladora las mismas.
El 16 de agosto de 1930 Rafael Leonidas Trujillo Molina se inviste como Presidente de la República y Rafael Estrella Ureña como
Vicepresidente. Se iniciaba, sin mayores dificultades, la Era de Trujillo. Treinta y un años de dictadura, un revés casi mortal a la libertad y la democracia, viviría desde entonces el país.


En 1929 estalla en New York la crisis económica mundial que en
poco tiempo se extiende a todo el mundo occidental. Esta vez la
expansión y crecimiento del período de la post guerra se revierte de
manera abrupta y la prosperidad se convierte en miseria. El pánico
nacido en Wall Street tenía bases reales. Las empresas quiebran una
tras otra. Los trabajadores de las fábricas pasan a engrosar el ejército
de los desempleados. La crisis económica se generaliza. Los desocupados mendigaban por las calles de las ciudades norteamericanas
buscando un poco de pan.
La crisis financiera originada en New York se extiende en pocos
días a todo el sistema financiero mundial. De repente el occidente
se ve sumido en una profunda crisis económica. América Latina,
integrada por países cuyas economías dependían de los Estados Unidos, fue también arropada por la situación; de esta manera, su producción tiene que ser vendida a los precios más bajos de su historia.


La Gran Depresión de 1929 produjo una fuerte sacudida al capitalismo mundial. Esa crisis económica trajo, naturalmente, serias tensiones sociales y políticas. Así, en el mundo entero se fortalece el extremismo político, que culmina en tendencias dictatoriales. El nazismo de Hitler en Alemania, las dictaduras fascistas de Franco en Espa-
ña y Mussolini en Italia, constituyen contundentes ejemplos de lo
anteriormente afirmado. La democracia liberal fue herida mortalmente
al ser sustituída por el poder autoritario del fascismo. En América Latina los ejemplos sobran. En Brasil, en el 1930, una revolución impone a Getulio Vargas. En Perú, luego de haber sido derrotada la dictadura de Leguía en 1931, Bustamante sube al poder en 1933 y se convierte en dictador. Años más tarde, en 1948, es derrocado por el General Odría. En 1933 tres nuevas dictaduras nacen en el continente:
en Cuba se impone Fulgencio Batista quien al poco tiempo instaura
su férrea dictadura. Ese mismo año se inicia la dictadura de Maximiliano Hernández en El Salvador. Finalmente se inicia la dictadura de
Tiburcio Carías en Honduras. Al año siguiente, en Nicaragua, 1934,
se produce el asesinato de Augusto César Sandino, y el ascenso al
poder del temido dictador Anastacio Somoza. Y por supuesto, en 1930
nace la dictadura de Trujillo en la República Dominicana.

 Cuando en 1932 sube al poder el democráta Franklin D. Roosevelt, su gran reto era la superación de la crisis económica. La
política exterior norteamericana hacia el Caribe varía considerablemente. Impuso una política más abierta, del garrote a la «polí-
tica del buen vecino» (1933 - 1945). La nueva diplomacia norteamericana tuvo sus resultados inmediatos, como fue el retiro de las
tropas estadounidenses de la República de Haití.


Pero la «políticadel buen vecino», tenía también otra cara. Había que recomponer
las fuerzas políticas al interior de las naciones, y la vecindad se
tradujo entonces en el apoyo a regímenes autoritarios. Fue evidente la complacencia norteamericana con Anastacio Somoza. Las
buenas relaciones del gobierno de los Estados Unidos con el dictador venezolano Vicente Gómez (1908 - 1935) eran abiertas y pú-
blicas . En nuestro país apostaron por Rafael Leonidas Trujillo,
Jefe de la guardia nacional, que concibe y organiza el golpe de
estado a Horacio Vásquez, su antiguo aliado.


Rafael Leonidas Trujillo Molina nace el 24 de octubre de 1891.
Hijo de José Trujillo Valdez y Julia Molina. Desde muy joven se
inicia en la carrera militar. Durante los años de la Ocupación Norteamericana, con su destacada partipación en la persecución de
los opositores al gobierno de ocupación, se gana la confianza de los
altos jefes militares del gobierno interventor. Su carrera militar
fue ascendente y exitosa, logrando ocupar los más altos puestos,
como fue el cargo de Brigadier Jefe de la Guardia Nacional.

Obtenido el poder por la traición de sus propias filas políticas y
por la represión a sus adversarios políticos, Trujillo logra concitar
el apoyo de los norteamericanos. Desde sus inicios define que la
característica de su régimen es la fuerza, y es precisamente esa fuerza lo que le permite permanecer tantos años en el poder. Convencido de que su régimen debía formar parte del concierto de naciones de América y el mundo, organiza la ficción de la democracia
dominicana, al alternar en la Presidencia de la República.


a fieles testaferros políticos que facilitaban la comedia. Apariencia relativa, pues todo el mundo, aún los más incrédulos, sabía que el verdadero poder estaba en manos de Rafael Leonidas Trujillo Molina.
En los 31 años de la dictadura vende, a veces con relativo éxito, la
ilusión del juego democrático. La celebración de puntuales y organizadas elecciones, donde la abstención era un fenómeno desconocido, y donde siempre ganaba el candidato oficial, permitieron
la conformación de ocho gobiernos. La alternabilidad guiada del
poder, ofrecía las pautas, y hacía aparentar que éramos fieles cumplidores de las normas y procedimientos de las democracias representativas. Rafael Leonidas Trujillo ostentó formalmente la Presidencia de la República en cuatro oportunidades (1930-1934; 1934-
1938; 1942-1947; 1947-1952); los cuatro jefes de Estado restantes
fueron: Jacinto Bienvenido Peynado (1938-1940); Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1940-1942); Héctor Bienvenido Trujillo (1952-1960) y Joaquín Balaguer (1960-1961).


La Dictadura de Trujillo no fue una sorpresa para la República
Dominicana. La existencia de una permanente crisis política en el
país desde principios de siglo, sumada a la intervención de los Estados Unidos, anunciaban la llegada de un régimen dictatorial. La
estructuración autoritaria del poder impuesto por la metrópoli espa-
ñola, recrudecido con la dictadura de Lilís y afianzado con el imperio invasor, sólo necesitaba ser consolidado y perfeccionado por un
nuevo ejecutor nativo. En el marco de América Latina, la dictadura
de Trujillo, se inscribe en los designios y necesidades del capitalismo
mundial. Momento histórico protagonizado por el Imperio Norteamericano.


tres tareas impostergables eran requeridas a sus dependientes aliados: el mantenimiento del orden político y social en el
hemisferio, una mayor apertura de las economías de los países latinoamericanos a fin de facilitar las materias primas necesarias y demandadas por el coloso norteño y, finalmente, la creación de un
clima favorable en el continente para nuevas inversiones de las empresas que se habían salvado y facilitaron la revitalización del
capitalismo después de la Gran Depresión del 1929.
Con Trujillo renace el nacionalismo. Nacido a mitad del siglo
XIX, haciendo posible la Independencia, el sentimiento nacional
tuvo momentos de altas y bajas. Se debilita con la anexión de 1861
y se fortalece de nuevo durante la Guerra de Restauración en 1865,
para sufrir un fuerte revés con los intentos de protectorado de parte de Buenaventura Báez. En el siglo XX, este sentimiento sufre
varias lesiones. La ocupación de 1916 y luego la invasión de 1965
por parte de Estados Estados Unidos, lo golpea, pero a su vez lo
fortalece. Pero es Haití el paradigma de la reafirmación nacional.
El peligro real de una posible invasión haitiana en los inicios de la
era republicana en la mitad del siglo XIX , fue convertido por el
sector conservador en un sentimiento anti-haitiano, elemento esencial para la definición del ser dominicano. Trujillo, con la ayuda
de la intelectualidad que le sirvió, aprovecha esta circunstancia
histórica para sustentar su discurso de afirmación nacional. Al igual
que los políticos conservadores decimonónicos, su punto de referencia no fue tanto lo que teníamos o debíamos ser. Su ideología se
sustentó en la afirmación de la negación: defender lo que no debíamos ser, más que afirmar lo que debíamos ser. El dominicano
pues, sólo sabía que no debía ser haitiano.


Así, el nacionalismo trujillista se orienta a reinvindicar la dominicanidad frente al peligro representado por Haití y la haitianización pacífica del país. El discurso nacionalista de Trujillo y toda la
intelectualidad que lo concibe, encuentra la justificación de su convicción enarbolando el discurso de las raíces culturales profundamente distintas entre Haití y la República Dominicana. Defiende
con fervor nuestra pertenencia a la comunidad hispánica de naciones, adhiriéndose a la corriente que defiende el hispanoamericanismo, hecho esencial para configurar dos comunidades muy distintas.

Consumado anti-haitiano, Trujillo aprovecha las diferencias
fronterizas existentes desde la proclamación de la República para
reafirmar nuestra peculiaridad frente a Haití. El conflicto fronterizo entre los dos países vecinos, latente a todo lo largo del siglo
XIX, fue resuelto por Trujillo con el uso de la fuerza. Definida su
política de la necesidad de dominicanizar la frontera, recurrió a
dos mecanismos. Primero fue la represión. El 4 de octubre de 1937
el dictador dominicano, en un hecho insólito que todavía golpea
la conciencia humana, ordena perseguir y exterminar a los ciudadanos haitianos que estuviesen en territorio dominicano. Los cálculos sobre el número de muertos son contradictorios. Algunos
cronistas hablan de 10,000, otros de 18,000. El hecho provocó un
escándalo internacional de grandes dimensiones. Presionado por
la opinión internacional, el Gobierno Dominicano acepta negociar con el Gobierno Haitiano. Luego de varios días de negociación, Trujillo acepta pagar la irrisoria suma de RD$ 750,000 por
los daños y perjuicios provocados por el incidente.

A costa del sacrificio de muchas vidas, la masacre de 1937 posibilita la firma de un acuerdo entre los dos gobiernos de la isla para
fijar la frontera definitiva entre las dos naciones. El eterno conflicto fronterizo que los gobiernos del siglo XIX no pudieron resolver
fue solucionado por Trujillo al elevado precio de la sangre de miles
de seres humanos.



Otro mecanismo empleado por Trujillo para la «deshaitianización» de la frontera, fue la de motivar la migración hacia esas zonas. Inspirado quizás en las tesis del positivismo de Sarmiento o
Alberdi, incentiva el asentamiento humano en la frontera. Propone la creación de colonias agrícolas, e incluso llega a desarrollar
una política migratoria, ofreciendo grandes facilides a los extranjeros blancos dispuestos a fijar residencia en la zona.
 También se manifestó el discurso nacionalista de Trujillo cuando denunciaba con fervor desmedido la injerencia que suponía
la ayuda de algunos países al exilio dominicano. Claro está, el
nacionalismo no se aplicaba a su política externa intervencionista, para debilitar o enfrentar gobiernos que consideraba adversarios.
Desde los mismos inicios del régimen, Trujillo orienta su acción a liquidar la disidencia interna, cooptar a los que pudiera
utilizar y perseguir a quienes lograban salir del país, integrándose
al grupo de exiliados. Esta política sólo podía ser exitosa si se
aplicaba con toda su crudeza la centralización del poder, la represión, la tortura, y la muerte de los opositores. Para lograrlo estructura los aparatos represivos del Estado, como fue el caso de la
policía especial, que se ocupaba de vigilar e imponer el terror en
la población, haciendo casi imposible la disidencia. Otro instrumento que contribuye al control político fue la muy pensada fragmentación del territorio nacional, en demarcaciones provinciales de ámbito geográfico y político reducidos, cuyo control estaba bajo la responsabilidad del gobernador provincial, representante personal del Dictador.

Quizás inspirado en la modernidad del capitalismo emergente
enarbolada por los dictadores positivistas del siglo XIX; o porque
era un verdadero defensor del proyecto capitalista, paradigma modernizante de los países occidentales; o porque estaba convencido, como la mayoría de los dictadores que se nos han impuesto
en la historia, Trujillo tenía conciencia de la necesidad de dejar
un legado a la posteridad, pero sobre todo del efecto que surte en
la población una política social agresiva. Durante las tres décadas de la dictadura fue evidente la modernización de los centros
urbanos, al dotar a las principales ciudades del país de luz eléctrica, acueductos, centros sanitarios, escuelas y mejorar las vías de
comunicación.
Convencido o no de la función educativa como transmisora
de valores, no puede obviarse la definida política educativa aplicada durante la dictadura de Trujillo. Apoya e incentiva a la educación primaria; la Ley de Educación que se promulga en la dé-
cada del 50 fue un hito en materia educativa, hasta tal punto que
estuvo vigente por más de cuarenta años, casi hasta la mitad de
la década del 90. Diseña y ejecuta un agresivo programa de alfabetización, que cumplía la doble función de alfabetizar e ideologizar. La cartilla de alfabetización utilizada era una bien pensada
pieza educativa de propaganda ideológica para alabar al régimen
y enfrentar al comunismo. Por otra parte, durante el régimen se
dan pasos firmes para modernizar y masificar el sistema de salud.
En materia jurídica desarrolla una política agresiva, a fin de dotar al Estado Dominicano de una serie de las disposiciones legales necesarias para reglamentar la vida ciudadana.


La mayoría de los códigos en materia penal y civil fueron escritos y publicados
durante las tres décadas que duró la dictadura.
Esa modernidad trujillista no era gratuita, tenía su alto costo
humano. La estabilidad económica lograda y la inversión social se
sustenta en una cruel y sangrienta represión física e ideológica. La
oposición fue destruída o enviada al exilio. Las organizaciones políticas fueron desarticuladas o violentamente destruídas. Existía
una sóla organización política, el Partido Dominicano, partido oficial, que contaba con una «membresía» cautiva, ya que se exigía a
la población el carnet del Partido (conocida popularmente como
la «Palmita», pues el símbolo partidario era una palma) para todas
las transacciones públicas.

 La represión de la dictadura fue dura y cruel. A partir de los
años 50 las cárceles estaban llenas de conspiradores, y en el exilio
había una oposición sistemática al régimen. Uno de los crímenes
de la dictadura que más ha calado en la conciencia y la memoria
colectiva fue el de la tres hermanas Mirabal, Patria, Minerva y
María Teresa, ocurrido el 25 de noviembre de 1960 en la carretera
de Puerto Plata, cuando las tres regresaban de visitar a sus esposos
presos, por su oposición al régimen, en la cárcel de esa ciudad. La
excesiva intolerancia de la dictadura respecto a las ideas y prácticas políticas no trujillistas obligaron a muchos opositores a acogerse al asilo político en distintos países de América Latina. Esta cuestión fue una fuente permanente de conflictos diplomáticos durante la Era, especialmente en sus últimas décadas.


La voluntad humana, cuando está sostenida en firmes convicciones, es capaz de burlar los controles, aún los Trujillo tienen queenfrentar numerosas y sistemáticas conspiraciones. Los exiliados
dominicanos, eternamente golpeados por la dictadura, estuvieron
activos siempre. El Partido Revolucionario Dominicano, nacido
en el exilio, se convierte en la principal fuerza política anti trujillista, jugando un activo papel en la comunidad internacional al
denunciar los atropellos de la dictadura. La oposición no sólo se
pronuncia en los foros internacionales, sino que organiza también
acciones militares con miras a derrocar al dictador. El primero de
estos intentos fue la Invasión de Luperón, realizada en junio de
1949. El segundo fue la invasión de Constanza, Maimón y Estero
Hondo, en junio de 1959. Sin haber logrado sus objetivos, porque
fueron descubiertos a tiempo por las fuerzas de inteligencia trujillista, el sacrificio de estos hombres caló profundo en la conciencia de la población.


Como forma de recuperar su imagen en el plano internacional,
la dictadura desarrolla una amplia y agresiva campaña a favor delrégimen. La celebración de la Feria de la Paz y Confraternidad del
Mundo Libre (1955–1956) constituye el mejor ejemplo. Los resultados de la feria no fueron los esperados. Las dificultades aparecieron desde sus inicios. La diplomacia dominicana sufre un revés
ante la negativa de distintos países de participar en la Feria. Algunos se excusaron, argumentando estrechez económica; otros, como
Cuba, Haití, Puerto Rico y Costa Rica, dijeron que su inasistencia
tenía razones políticas. Era evidente que las conflictivas relaciones
de Trujillo con Batista, Figueres y Muñoz Marín, no constituían el
marco adecuado para que esos mandatarios decidieran participar
en la celebración.

El evento mostró el contraste alucinante entre la ostentación familiar (por ejemplo, el costo impresionante del traje de Angelita I,
hija del dictador y Reina de la Feria, confeccionado en Italia) y el
exiguo financiamiento destinado a la promoción externa del evento.


El deseo de dominio y control de Trujillo no se limitaba al estrecho
marco de los 48,000 kilómetros cuadrados del territorio dominicano.
Su activa política exterior era contradictoria. Hacía esfuerzos por fortalecer los lazos de amistad y cooperación con muchos países, y por
otro lado, desarrolla una agresiva política de intervención en los asuntos
internos de otros países. Enemigo confeso de los gobiernos democráticos de la región que acogían en su seno al exilio dominicano, no titubea un momento para enfrentarlos. El caso más interesante es el de
Venezuela, y en especial con la figura de Rómulo Betancourt. En la
década del 40 Trujillo enfrenta directamente al gobierno venezolano,
llegando incluso a romper las relaciones diplomáticas. En 1951 organiza un atentado, pero fracasa, en contra de Rómulo Betancourt en
La Habana, donde residía en calidad de exiliado político. En 1959,
cuando Betancourt asume nuevamente la Presidencia de Venezuela,
Trujillo enmprende una campaña difamatoria en contra del gobierno
venezolano. A fin de que su política en contra del Presidente Betancourt fuese efectiva, le ofrece asilo a un importante grupo de militares
y funcionarios que habían ocupado importantes posiciones durante la dictadura de Pérez Jimenes. En junio de 1960, se produjo el atentado
contra Betancourt que casi le cuesta la vida a éste.
Las consecuencias del atentado contra Betancourt fueron muchas.
La comunidad internacional condena enérgicamente la acción. La
dictadura estaba aislada. La Organización de Estados Americanos,
en sus VI y VII Reuniones de Consulta celebradas en 1960 en Costa
Rica, acuerda aplicar una serie de medidas: ruptura de relaciones diplomáticas de todos los Estados Miembros con la República Dominicana y la interrupción parcial de las relaciones económicas, comenzando por la suspensión inmediata del comercio de armas.
Una vez tomadas las resoluciones de la OEA, el Gobierno de
los Estados Unidos decide bloquear la compra de azúcares y el pago
de US$22 millones por concepto de transacciones comerciales realizadas, previas a las medidas adoptadas por la OEA. En respuesta a
la represalia, Trujillo intenta romper el aislamiento, para lo cual
busca a toda costa fortalecer sus relaciones con Europa, ampliando
su esfera de influencia en el campo diplomático. Realiza grandes
esfuerzos para iniciar relaciones con la Unión Soviética, Asia y el
Medio Oriente, pero los intentos fueron vanos. El esfuerzo de la
diplomacia dominicana no pudo concretarse en resultados.
La dictadura de Trujillo aceleraba su ritmo de descrédito. Se
acercaba el fin del régimen que por más de treinta años había sometido al pueblo dominicano. La oposición se fortalece, las conspiraciones se propagan, el régimen intenta detener el proceso aumentando la represión, pero el final ya estaba marcado. El 30 de
mayo de 1961 un grupo de valientes dió muerte al dictador. Una
nueva etapa se abre en la historia política dominicana.

A la muerte de Trujillo en 1961 se inicia un proceso de gran
turbulencia política, caracterizado por los intentos de los herederos del dictador de mantener el poder, las ansias de libertad político de una parte importante de la población y la configuración de
un nuevo panorama. La persecución, tortura y muerte de muchos
de los implicados como autores del magnicidio, domina la primera
parte del proceso. La movilización primero, y la organización después de las fuerzas antitrujillistas, favorecidas por gobiernos amigos y la disposición del exilio de integrarse a la lucha interna, impidieron que los remanentes del trujillismo retuvieran el poder. En
este proceso, dos grupos se ganaron el fervor popular:la Unión Cí-
vica Nacional (UCN), dirigida por Viriato Fiallo y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que bajo la dirección de Juan
Bosch, inicia su incidencia en el territorio dominicano. La comunidad internacional, especialmente la posición asumida por países
como Venezuela, México, Cuba y Estados Unidos en contra de la dictadura, definieron la situación a favor de la salida del país de los
Trujillo y muchos de sus acólitos.
La transición hacia la democracia se inicia con el Consejo de
Estado que asume el gobierno de la Nación, una vez que el Dr.
Joaquín Balaguer, Presidente de la República al momento de la
muerte del tirano, no puede controlar la situación. Agobiado por
presiones de toda índole, el Presidente Balaguer se ve precisado a
abandonar el país, no sin antes sentar las bases políticas para su
eventual retornoEl Consejo de Estado tampoco puede controlar
la situación, como era de esperarse. El volcán de pasiones y lasansias de libertad lo desbordaban. En medio de las dificultades,
organiza las elecciones. Los exiliados regresan al país y participan
activamente en el proceso electoral. El 20 de diciembre de 1962 se
celebran las primeras elecciones democráticas después de la desaparición de Trujillo. El Profesor Juan Bosch gana arrolladoramente, pero sólo puede permanecer siete meses en el poder; un golpe
de Estado pone fin a su Gobierno. La inmadurez política, la falta
de experiencia y el desbordamiento de las pasiones se conjugaron
para abortar este ensayo democrático.

Dos logros importantes pueden extraerse de esta corta experiencia democrática: el establecimiento de un régimen de libertades públicas y la promulgación de
una nueva Constitución de la República de un contenido altamente avanzado para la época.


Con el derrocamiento del Gobierno del Profesor Bosch se instaura el Triunvirato, presidido inicialmente por Emilio de Los Santos, pero casi de inmediato queda en manos de Donald Reid Cabral.
Este nuevo gobierno tuvo que aplicar la mano dura por su impopularidad, y para favorecer los intereses de los pocos sectores que lo apoyaban, propiciando la corrupción, hechos que sin lugar a dudas profundizan el descontento en la población. Las organizaciones políticas, lidereadas por el PRD, aliadas a algunos sectores de las Fuerzas
Armadas, aprovechan la coyuntura y comienzan a conspirar. Definen como objetivo el derrocamiento del gobierno, y, casi sin proponérselo, promueven un levantamiento popular. El movimiento buscaba el restablecimiento de la democracia y el retorno del Prof. Bosch al poder. Se inicia así la Guerra de Abril.

El 25 de abril de 1965 un grupo de militares, bajo el liderazgo
asumido por Francisco Alberto Caamaño Deñó, se levanta en armas bajo el reclamo de la vuelta a la constitucionalidad. Los militares constitucionalistas, como fueron popularmente denominados,contaban con el apoyo de los grupos de izquierda y el PRD. La oposición de otro grupo de militares, encabezados por Elías Wessin y
Wessin, desata una guerra civil que provoca la intervención militar
norteamericana para impedir, bajo el pretexto de que se instaurara
en el país un régimen comunista, el retorno a la democracia. El 28
de abril de 1965, 42,000 soldados norteamericanos desembarcan en
las costas de Santo Domingo. Después de largos meses de enfrentamientos armados y negociaciones, en septiembre de ese año, se puso
fin a la guerra con la firma del Acta de Reconciliación y la instauración de un Gobierno Provisional presidido por Héctor García Godoy, a quien se le asignó la tarea de organizar las elecciones para
junio de 1966.
La invasión norteamericana, además de impedir el retorno a
la democracia, fortaleció a los grupos conservadores que fueron
prontamente capitalizados por el expresidente Joaquín Balaguer
y su Partido Reformista de reciente creación. Vuelto del exilio,
el Dr. Joaquín Balaguer aprovecha el sentimiento de paz que
sigue a una guerra civil, y se presenta como la alternativa de
poder que asegura la pacificación y la reconciliación del país.
En unas elecciones tuteladas por las fuerzas invasoras, logra alzarse con el triunfo, inaugurando el primer período de un régimen, que en su primera etapa dura 12 años (1966/1978) y 10
años en la segunda (1986/1996). Así pues, el Partido Reformista, con Balaguer a la cabeza, se convierte en la alternativa del
poder conservador en el país.


El 1° de julio de 1966 Joaquín Balaguer toma posesión como
Presidente Constitucional de la República. A partir de entonces, y
hasta 1978, se inicia la etapa de la dominación conservadora. Gana
la contienda electoral bajo el amparo del Partido Reformista. Pero
sus doce años de gobierno se caracterizan por el ejercicio personal
del poder. El partido fue más que nada el instrumento para el ascenso. Inicia su período reivindicando la necesidad de la pacificación. Las primeras tareas de gobierno se encaminan a reestructurar
el poder que se había disgregado entre los distintos grupos protagónicos de la revuelta constitucionalista. La concentración de ese
poder disperso pasa necesariamente por el desarme de la población
civil, la reestructuración de las Fuerzas Armadas, colocando en los
mandos superiores a militares de su confianza, y la reducción de
los grupos opositores, bajo el argumento de la necesidad de preservar el orden.


A fin de disponer de un instrumento jurídico que ofreciera la legitimidad necesaria a su autoritario régimen, se hacen los aprestos para
promulgar una nueva constitución y sustituir así la de 1963 que estaba vigente. En solemne acto fue promulgada la nueva Constitución
el 28 de noviembre de 1966. Esta nueva Ley Fundamental de la nación, diseñada como formalmente democrática, otorgaba al Poder
Ejecutivo tan amplias prerrogativas (Art.55) que le hacía superior a
los demás poderes y le permitía, si así lo consideraba necesario, gobernar por Decreto. El Poder Legislativo, controlado por el Ejecutivo, tenía como principal función validar lo que emanara del Ejecutivo. El Poder Judicial, por su parte, ponía a disposición del Presidente la aplicación de la Ley. Se configura así una democracia autoritaria
que estará vigente hasta 1978.


Juan Bosch, líder del PRD y perdedor en la contienda del 1966,
se convirtió en la principal oposición al régimen. Sin embargo,
las mútiples contradicciones al interior de su partido, hizo que
en determinados momentos concentrara más su atención en enfrentar los problemas internos, que en hacer oposición al gobierno. No obstante, hay que reconocer que en esos momentos, Juan
Bosch fue un excelente estratega político, que logró mantener al
PRD cohesionado estando fuera del poder y sin perspectivas reales de lograrlo en el futuro inmediato. Buscando cohesionar la
acción de su organización, diseñaba novedosas consignas que tenían la virtud de interpretar el momento político. Cuando no
enarbolaba y defendía con pasión la tesis de la Dictadura con
respaldo popular, reclamaba a viva voz que el gobierno se sometiera a su propia legalidad.
La «pacificación» del régimen de Balaguer tenía un claro y definido propósito: doblegar a la oposición y reprimir a los grupos de
izquierda, nacidos bajo el influjo del triunfo cubano y fortalecidos
con la Guerra de Abril.

Se produjo una interminable espiral de violencia. La estatal fue
respondida también con violencia por los grupos de izquierda: asaltos a bancos, desarmes de policías, secuestros y planificación de
guerrillas urbanas y rurales. Un hecho de mucha trascendencia fue
el secuestro, en marzo de 1970, del Teniente Coronel Donald J.
Crowley, Agregado Militar de la Embajada de los Estados Unidos.
El grupo ejecutor de la acción, denominado como «comando unificado de rescate» pidió la liberación de 20 presos políticos a cambio de la vida del militar-diplomático.

La unidad reformista se vio empañada con algunos sucesos. Un
sector del reformismo abogaba por la no reelección, hecho que
provoca la destitución de algunos miembros del «directorio» del
partido. Por su parte, el vicepresidente Augusto Lora anuncia en
febrero de 1970 su separación del Partido Reformista y la formación del Movimiento de Integración Democrática (MIDA).


Para las elecciones de 1970, pese a los esfuerzos unitarios para que
la oposición enfrentara unida la repostulación del Dr. Balaguer, la presión desarrollada por el gobierno frente a la oposición, incluyendo laparticipación activa de los militares en favor del Partido Reformista,
hizo que los partidos opositores se abstuvieran de participar en las
elecciones. Con esta decisión querían evitar la legitimación de la reelección del Dr. Balaguer, asegurada de antemano. Ante el retiro del
PRD y otros 6 partidos de la oposición, el Dr. Balaguer logra que algunos minúsculos partidos le «disputaran» la presidencia de la República. Además de la candidatura del Dr. Balaguer junto a Carlos R. Goico Morales, participaron las siguientes organizaciones: el Partido Quisqueyano Demócrata (PQD), con el binomio Elías Wessin y Wessin a
la Presidencia y Arturo Muñíz Marte a la Vice presidencia; el Partido
Revolucionario Social Cristiano, con la candidatura de Alfonso Moreno Martínez y Rogelio Delgado Bogaert; el Movimiento de Conciliación Nacional con las candidaturas de Jaime Manuel Fernández y
Sócrates Barinas Coiscou; y, finalmente, el Movimiento de Integración Democrática (MIDA), con Augusto Lora encabezando la oferta,
seguido por Elías Brache P. Así pues, estos partidos le dieron la legalidad al proceso, pudiéndose cumplir con la formalidad democrática
electoral.


El 16 de agosto de 1970 el Dr. Joaquín Balaguer y el Lic. Carlos
Rafael Goico Morales, se juramentan como Presidente y Vice Presidente respectivamente para el período 1970-1974. Durante estos
cuatro años, se aplica el mismo modelo de dominación política
con algunas pequeñas variantes.
Una de las bases más importantes del poder del Dr. Balaguer,
fue el sólido e inquebrantable apoyo militar. Esta unidad tuvo sus
fisuras, como fue el fracasado intento de organizar un Golpe de
Estado por el General Elías Wessin y Wessin en junio de 1971.

. Sus intenciones fueron descubiertas antes de ser consumadas. En una
presentación radial y televisiva, y en presencia del propio General
Wessin y Wessin, el doctor Joaquín Balaguer lo acusa de conspirar
para derrocar al Gobierno Constitucional y establecer un gobierno militar. El 5 de julio el General Wessin y Wessin es enviado a
España como exiliado.

Inspirados por los movimientos guerrilleros que se expandían a
todo lo largo de América Latina, el Coronel Francisco Alberto
Caamaño, líder de la Revolución de Abril que había salido al exilio al finalizar la guerra, llega al país con un grupo de guerrilleros.
El 2 de febrero de 1973, en un comunicado sin precedentes, el
Gobierno, a través de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, informa a la población sobre el desembarco de un grupo de guerrilleros
por Playa Caracoles, y acusa al ex-Presidente Juan Bosch y otros
líderes de izquierda de estar en complicidad con el grupo de insurrectos. Quince días después, el 17 de febrero, las Fuerzas Armadas
Dominicanas comunican que habían caído en combate, el líder
del grupo Francisco Alberto Caamaño y los guerrilleros Lalane José
y Alfredo Pérez Vargas. Posteriormente fueron muertos los guerrilleros Juan Ramón Payero Ulloa y Mario Nelson Galán. Estaban
prófugos Hamlet Herman Pérez , Toribio Peña Jáquez y Claudio
Caamaño Grullón. Tiempo después, pudieron salvar sus vidas y
obtener asilo político en México y Chile.



 Las frustrantes elecciones de 1970 y los conflictos políticos generados con «Playa Caracoles», agudizan las contradicciones internas entre Bosch y el Secretario General del PRD, el Dr. José
Francisco Peña Gómez.


 la oposición desde el golpe de Estado de 1963 y la vuelta al poder de Balaguer en 1966,
después del levantamiento popular que no logra sus objetivos, sumado a la reelección del Dr. Balaguer, determinan que una parte
importante de la dirigencia del PRD, encabezada por el Secretario
General, defendiera la posición de que los esfuerzos debían orientarse a la participación electoral en las elecciones de 1974 para
llegar al poder. Las contradicciones se agudizan de tal manera que
el profesor Juan Bosch con un grupo de seguidores, altos dirigentes
del PRD, decide abandonar, en noviembre de 1973, el Partido del
que fuera fundador, para crear el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).


El nuevo partido creado por Bosch se presenta como la expresión
más sana de lo que fuera el PRD, reivindicando que a él pertenecían
los mejores militantes y las ideas más originales y renovadas.


El PLD, a juicio de sus creadores, nace no sólo como una superación cualitativa del PRD, sino también de todos los demás partidos políticos
existentes. Sus dirigentes se dicen representar a la izquierda democrática, y se definen como preocupados más por la Liberación Nacional que por la participación electoral, pues a su juicio las elecciones no constituían más que «un matadero electoral».
Por su parte la izquierda radical, que había tomado las armas
contra el gobierno que sucedió al derrocamiento democrático del
Prof. Juan Bosch, que había participado en la revuelta de 1965,
resistido a la invasión y sufrido la represión y el exterminio selectivo de sus dirigentes, mantiene una permanente oposición al régimen, pero padeciendo el eterno mal de la división interna después
de cada intento de unificación, o el surgimiento de un nuevo grupo, nacido a su vez de una división anterior.


Los aprestos para las elecciones de 1974 comienzan a sentirse
desde diciembre de 1973. El Partido Reformista presenta oficialmente al Dr. Balaguer y el Lic. Carlos Rafael Goico Morales
como sus candidatos. El PRD, en su Convención Nacional de
Febrero de 1974, elige al Dr. Secundino Gil como Presidente
del Partido, al Dr. José Francisco Peña Gómez como su Secretario General y a Don Antonio Guzmán como su candidato presidencial. Diseñan una estrategia de alianzas con otras fuerzas
políticas. Nace así el Acuerdo de Santiago, integrado por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el Partido Quisqueyano Demócrata (PQD), el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC), el Movimiento Popular Dominicano (MPD) y
una fracción de la Unión Cívica Nacional (UCN). La alianza electoral del Acuerdo de Santiago propuso a Don Antonio Guzmán como su candidato a la Presidencia y a Elías Wessin y Wessin como candidato vicepresidencial. El apoyo de la población
que concitó el Acuerdo, trajo consigo medidas represivas por
parte del sector oficial. Los dirigentes del Acuerdo se dirigieron
entonces a la Junta Central Electoral para hacer sus reclamos,
pero no fueron atendidos. Ante tal situación, deciden retirarse
y propugnar por la abstención electoral. La posición del Acuerdo fue respaldada por 49 sacerdotes y religiosos católicos, quienes en un histórico comunicado exhortan a la población a no
participar en esas elecciones


abstención defendida por el Acuerdo de Santiago fue respaldada por el Movimiento de Conciliación Nacional
(MCN), el Movimiento de Integración Democrática (MIDA), el
Grupo Independiente Amiama Tió (GIAT), la Alianza Social
Demócrata y el Partido Acción Constitucional (PAC). Sin embargo, el Partido Demócrata Popular (PDP), dirigido por Luis
Homero Lajara Burgos, decide participar en el torneo electoral,
luego de que llegara a algunos «acuerdos» con el gobierno. Sin
lugar a dudas, el PDP legitima el proceso electoral, y a pesar de la
enorme abstención, el binomio Balaguer-Goico Morales resulta,
como era de esperarse, ganador de la contienda. El 16 de agosto de
1974 el Presidente Balaguer inaugura su tercer período presidencial. A pesar de los esfuerzos realizados por retener el poder, el
modelo aplicado por el Dr. Balaguer en ese nuevo cuatrenio evidencia un agotamiento, lo cual trae como lógica consecuencia un
fortalecimiento de la oposición.



Celebradas las elecciones de 1978 y ante el arrollador triunfo
del PRD, un grupo de militares ocupa el local de la Junta Central
Electoral y detiene de manera abrupta el conteo de los votos. Gracias a la presión internacional y al reclamo de diferentes sectores
de la población, las fuerzas reformistas tienen que reconocer el
triunfo del candidato presidencial Antonio Guzmán y de su compañero de boleta, Jacobo Majluta. El retiro del poder por parte del
Dr. Balaguer y el Partido Reformista no se produjo de manera gratuita. El PRD tuvo que negociar y ceder en algunos de sus reclamos. El acuerdo entre las partes, conocido popularmente como
«Fallo Histórico» implicaba la sesión del control del Senado y una
ampliación de la representación en la Cámara de Diputados al
Partido Reformista. Con el ascenso al poder del PRD, la democracia autoritaria entró en una fase de receso político.


La democracia autoritaria que había caracterizado los tres gobiernos del Dr. Joaquín Balaguer en esta primera época, termina
en 1978 con el triunfo del PRD y el gobierno de Don Antonio
Guzmán Fernández. El Dr. Balaguer volverá a gobernar, pero los
cambios ocurridos en lo social y en lo político no le permiten reeditar el autoritarismo que caracterizaron sus anteriores gestiones.
La democracia política, iniciada con la muerte del dictador
Rafael L. Trujillo, que encontró un fuerte aliento en el Gobierno
de Juan Bosch en 1962, vuelve a renacer en 1978. Varios aportes
hay que reconocerles al Gobierno de Don Antonio Guzmán:


inicio de la consolidación de las libertades públicas, concretizada
en el retorno de los exiliados políticos, la libertad de los presos
políticos, y el inicio también de la institucionalización de las fuerzas armadas, que las llevaría a su subordinación al poder civil y a
no participar en los procesos electorales a favor de los candidatos
del gobierno.
Los aires de libertad y democratización que se inician con el
Gobierno de Guzmán hacen posible que el movimiento de izquierda, reprimido, clandestino y subversivo, haga pública sus actividades y participe abiertamente en el debate político junto a las demás fuerzas políticas. Hasta ese momento, y sólo con la excepción
de un juego político mutuo entre el Dr. Balaguer y el Partido Comunista Dominicano, que gracias a ello logró ser reconocido legalmente como un partido político, la izquierda había mantenido
un discurso y unas actividades orientadas a la sustitución del sistema por vías no electorales. Con el retorno de la democracia, la
izquierda, además, inicia su participación en el proceso político
como uno de sus actores, utilizando los métodos tradicionales de la
democracia para la disputa del poder, aunque pretenda finalmente
la sustitución del régimen. Este camino le conducirá más tarde, en
la mayoría de los casos, a integrarse a los grandes partidos tradicionales. Los menos, como el PCD, continuarán reclamando la necesidad de cambio del sistema.


Además del huracán David y la tormenta tropical Federico, que
devastaron al país, el gobierno de Don Antonio Guzmán sufre una
gran crisis económica provocada por el incremento desproporcionado de los precios del petróleo, combustible del que República Dominicana depende como fuente principal de energía, teniendo
que importar la totalidad de lo que consume. El aumento en el
costo del barril de petróleo tuvo también un efecto devastador en
la economía del país.


a economía del país.
En las elecciones de 1982 el PRD se mantiene en el poder, bajo la
presidencia el Dr. Salvador Jorge Blanco. El Dr. Jorge Blanco había
ganado la candidatura por su partido después de un largo enfrentamiento entre tendencias distintas en el seno del PRD, que había
dejado profundas heridas. Necesario es también destacar el enfrentamiento que el Dr. Jorge Blanco había sostenido con el gobierno de
su propio partido, desde su posición de Senador del Distrito Nacional y aspirante a la candidatura presidencial. Las consecuencias, reales
o esperadas de este hecho, unido a otros factores de carácter personal y de la gestión política desarrollada desde el gobierno que ya
terminaba, pudieran estar entre las razones que motivaron en Don
Antonio Guzmán a poner término a su vida mediante el suicidio, en
el propio despacho presidencial, semanas antes de entregar el poder
al candidato electo de su propio partido.


Al gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco le toca asumir la decisión de hacer los profundos ajustes económicos que demandaban las
condiciones y exigían los organismos internacionales, en especial el
Fondo Monetario Internacional. Estos ajustes económicos provocan una profunda crisis social y política. Las medidas tomadas por el
gobierno fueron respondidas por un amplio movimiento de protesta, alentado inicialmente por los partidos de oposición, incluyendo
la izquierda, pero que luego tomó autonomía. Las protestas pasaron
a ser dirigidas por miembros de las propias comunidades que sufrían  n los efectos de las medidas, que el pueblo popularizó con el mote
de «fondomonetaristas». El movimiento de protesta terminó en una
«poblada». Las masas populares, dirigidas por sus líderes, tomaron
las calles en la ciudad capital y provocaron disturbios en distintas
comunidades del terrritorio nacional. Desbordado por los acontecimientos, y ante la imposibilidad de la Policía Nacional de dominar
la situación, el gobierno opta por usar a las Fuerzas Armadas para
restablecer el orden en las calles. Se calcula que el saldo de muertos
superó el centenar de víctimas. La incipiente democracia restablecida había sufrido una profunda herida.


La corrupción estatal, tema favorito en la campaña presidencial
del Dr. Jorge Blanco, que en sus discursos proselitistas proclamaba
enfrentarla y hacerla desaparecer de la gestión pública, mantuvo su
vigencia. Con la frase «manos limpias al poder» sintetizaba su propó-
sito. Sin embargo, al término de su gobierno, lejos de desaparecer, la
corrupción se extiende a todos los espacios y niveles de la gestión
pública. La voz popular señalaba que se había «democratizado».
El PRD seguía acorralado por sus luchas internas Como una
manera de fortalecer al Partido, el Dr. José Francisco Peña Gómez
promueve a lo interno del PRD la existencia de «tendencias» .
Cada tendencia sigue las directrices de un líder, luego se convierte
en «corriente» que agrupa a simpatizantes internos y externos alrededor de ese líder. La existencia de distintas «tendencias» resultó ser un instrumento de fortalecimiento, pero también de debilidad. A pesar de que el Dr. Peña Gómez sabía las consecuencias de
las luchas entre tendencias, teniendo que fungir en múltiples ocasiones de árbitro entre líderes de los grupos que buscaban la nominación presidencial, cuando decidió aspirar a la presidencia de la
República, en mayo de 1990, también creó la suya y justificó a
todas las demás.


La existencia de esas tendencias son las que explican el enfrentamiento entre Salvador Jorge Blanco y Antonio Guzmán. En 1986,
finalizando el período presidencial de Jorge Blanco, afloran de nuevo las contradicciones entre las «tendencias». Esta vez el Lic. Jacobo Majluta, Senador del Distrito por el PRD, en la búsqueda de
la nominación presidencial, enfrenta al gobierno de su partido.
Un pacto interno logra que sea el candidato a la presidencia, pero pierde. Jacobo Majluta, defraudado, siente que el gobierno del Dr.
Jorge Blanco, dirigente de su propio partido, no ofreció el apoyo
necesario para ganar las elecciones de mayo de 1986; decide separarse del PRD y fundar un nuevo partido, el Partido Revolucionario Independiente (PRI). Las tendencias en el PRD dan lugar a
esta nueva división. El enfrentamiento interno en el PRD sella el
camino para el triunfo del Dr. Balaguer en mayo de 1986.

Entre 1986 y 1996 el sistema político dominicano experimenta la declinación del liderazgo conservador del Dr. Joaquín Balaguer, y el nacimiento de un nuevo liderazgo, el del Dr. Leonel
Fernández Reyna cuyo discurso es representativo del nuevo milenio que se aproxima. Es interesante destacar que el conservadurismo, representado por el Dr. Balaguer, y la modernidad, representada por el Dr. Fernández Reyna, se unen políticamente
para uno dar paso al otro.


En 1986, el Dr. Balaguer retorna al poder, después de ganar las
elecciones y de haber permanecido dos períodos en la oposición. Para
entonces contaba con ochenta y seis años de edad y estaba aquejado
de graves dolencias de salud. Retorna al poder cuando la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho habían comenzado a
echar raíces, y el contexto político y económico internacional había
sufrido cambios significativos. La Guerra Fría toca a su fin; el mundo
socialista inicia su desmembramiento; la unipolaridad a favor de Estados Unidos se impone a la bipolaridad anterior y la democraciacomo régimen político toma carta de ciudadanía mundial. En lo económico se ha impuesto la apertura de las economías y la globalización, que implica la competitividad entre las naciones. En este panorama tan distinto a todos los anteriores viene a ejercer de nuevo la
presidencia de la República el Dr. Joaquín Balaguer.
La democracia y la apertura económica globalizadas tienen exigencias importantes para todos los países, y el nuestro no escapa
de ello. En lo político, la institucionalidad democrática, el respeto
a los derechos humanos y las libertades públicas son demandadas y
defendidas hasta por las instituciones internacionales. En lo económico, las economías nacionales tienen que ponerse a tono con
la nueva estructura económica internacional, adoptando las reformas internas entendidas como necesarias.


Balaguer en este nuevo mandato se ve obligado a aceptar las exigencias de los nuevos tiempos. Inicia, bajo el amparo de los organismos de las Naciones Unidas, la puesta en marcha de reformas económicas que propicien la integración del país en el nuevo esquema
internacional. Acostumbrado a dirigir un Estado promotor directo
del crecimiento económico, donde los subsidios compensaban las
ineficiencias, casi de la noche a la mañana se ve obligado a aceptar
que la iniciativa privada y el mercado se constituyan en los motores
de la economía. En lo político, la tolerancia se impone sobre la deseada represión de los adversarios. La globalización de la democracia obliga a la aceptación del juego democrático.


acia la aceptación de las nuevas realidades no
estuvo exento de dificultades. A finales de la década de los ochenta
y al inicio de la de los noventa, el país sufrió una profunda crisiseconómica y política. Precisamente por no atender a los reclamos
del nuevo ordenamiento económico, la economía nacional entró
en una crisis de magnitud nunca vista. Todas las variables macroeconómicas se dispararon, produciendo una gran inestabilidad social.
Parecía que el gobierno no sabía como enfrentarla. Esa delicada situación terminó por someter la resistencia. Se impuso la prudencia
económica en la gestión gubernamental, aceptando un nuevo ajuste económico y el inicio de las reformas en la estructura económica.

En 1990 se celebran las elecciones generales, apareciendo el
Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como una fuerte opción de gobierno ayudado por las luchas internas en el PRD que le
habían disminuido sus posibilidades como opción de poder. Así las
cosas, el enfrentamiento fue entre el Partido Reformista, llevando
como candidato a una nueva elección al Dr. Balaguer, y el Partido
de la Liberación Dominicana, con el Profesor Juan Bosch como
candidato. Los mismos que se enfrentaron como candidatos a la
presidencia en 1966, lo vuelven a repetir en el 1990, veinte y cuatro años después.
Balaguer es proclamado como el triunfador en las elecciones, victoria que no es reconocida por el PLD, alegando que se había cometido
«un fraude descomunal» en su contra. El PLD asume la defensa de su
candidato derrotado y decide enfrentar al gobierno recién electo empezando por reclamar la renuncia del presidente elegido. Este segundo
período de Balaguer se inició con una profunda crisis política que seguía
a la económica, iniciada al final de los ochentas.

El PLD, que en las elecciones de 1978, cinco años después de su
fundación, alcanzaba tan solo alrededor de 18,000 votos, pierdeas de 1990 por un estrecho margen de apenas 24,460 votos. Al
decir de sus líderes, el PLD ganó las elecciones, pero fue víctima de
un fraude. De todas maneras, colocarse en un segundo lugar y por
tan estrecho margen de diferencia, era una contundente demostración de la fortaleza alcanzada. Además, esa alta votación le permitió al PLD disponer de una considerable representación en el
Congreso Nacional y en los ayuntamientos, lo cual le convertía en
un actor principal en la política nacional. En esas mismas elecciones, a causa de sus luchas internas y la división producida por la
salida del Lic. Majluta, el PRD, con el Dr. Peña Gómez a la cabeza,
quedó relegado a un tercer lugar.


Nuevos intentos de unificación de las izquierdas se producen
con el mismo resultado anterior de nuevas divisiones. Pero esta
vez, muchos líderes, desilusionados tal vez de las continuas divisiones, y ante la dificultad surgida por haberse producido el derrumbe del mundo socialista, deciden integrarse, de manera individual o con sus pequeños grupos, en algunos de los partidos que le
brindaron esa oportunidad. El PRD acogió algunos de estos líderes
y movimientos y luego lo hizo el PLD.
Sin embargo, una parte de la izquierda continuó en su búsqueda
de la unidad nunca alcanzada; por los cambios en las circunstancias, su discurso tuvo que cambiar también, al igual que sus tácticas y estrategias. Ahora el reclamo es «democratizar la democracia», la defensa del Estado frente al mercado, la lucha contra el
neoliberalismo, la distribución de las riquezas, utilizando los instrumentos de la propia democracia, dejando atrás las luchas revolucionarias. La izquierda decide enfrentar el sistema desde el sistema, pero según parece ahora sus acciones son más para corregir sus
defectos que para destruirlo.
En 1994 el sistema político dominicano experimentará una de
sus peores crisis. La magnitud de la misma sólo es posible dimensionarla adecuadamente si evaluamos el contenido de las negociaciones en base a las cuales se llegó a una salida concertada.


Desde la crisis de los finales de los ochenta y principios de los
noventa, se fue generando en la conciencia de representantes de
distintos sectores significativos de la sociedad dominicana, de que
nuestro sistema político tenía urgente necesidad de reformas. La
constitución vigente era la promulgada en el 1966, concebida comora aquellos tiempos, como salida a una guerra civil y a
la manera muy particular del Dr. Balaguer entender el Estado y la
forma de manejarlo. Por otro lado, el contexto internacional, en
lo económico y en lo político, con sus inevitables e importantes
consecuencias internas, había sufrido drásticas modificaciones. Las
funciones del Estado se habían reducido a promover la acción de
las fuerzas del mercado y a proteger, en términos de oportunidades
y seguridades, las que el mercado dejaba fuera en perjuicio de los
sectores más necesitados. Mientras esto sucedía, el Estado Dominicano se seguía considerando como el principal agente directo
del desarrollo, desempeñando más funciones de producción que
de regulación y protección.
Por otra parte, la permanencia del Dr. Balaguer en el poder,
aspirando por demás a ser reelecto, a pesar de su edad y enfermedades y sus concepciones sobre la economía y la política, era entendida por sectores importantes de la sociedad como contraproducente para los destinos del país. Los cambios producidos en el contexto internacional y nacional,así como la proximidad del nuevo
milenio, anunciaban la necesidad de que la modernización llegara
al Palacio Nacional.
Llegamos a las elecciones de mayo de 1994, con un PRD fortalecido y unificado alrededor de su líder, el Dr. José Francisco
Peña Gómez, como candidato a la Presidencia. Gracias a su capacidad de negociación logra agenciarse el apoyo de un número
considerable de pequeños partidos y movimientos políticos, de
la izquierda y la derecha, conformando el llamado Acuerdo de
Santo Domingo.


Por su parte, el PLD llegaba a estas elecciones disminuido en relación a la votación alcanzada en las elecciones de 1990. La permanencia de su líder, el prof. Juan Bosch como candidato a la presidencia,
cuando su estado evidenciaba un fuerte deterioro en su facultades,
antes valoradas como exepcionales, había disminuído las preferencias
electorales del PLD como opción de poder en esas elecciones.
El mismo 16 de mayo, a las pocas horas de iniciarse las elecciones, se reportan ocurrencias de anomalías que comienzan a poner
en dudas la idoneidad del proceso. Terminada la jornada de votación y al conocerse los resultados provisionales que daban victorioso al Dr. Joaquín Balaguer, el PRD denuncia que a una parte significativa de sus militantes se le impidió votar porque fueron hechos
desaparecer del Padrón Electoral de las mesas de votación, pero que
sin embargo aparecían en el listado que la misma Junta Central Electoral les había entregado a los Partidos Políticos. El PRD denuncia
un fraude cometido en su contra, anuncia que no acepta el resultado
de las elecciones y que luchará por las vías legales en todos los espacios, para evitar que se le despoje del poder. No obstante esto, la
Junta Central Electoral da como vencedor al Dr. Joaquín Balaguer.
Organizaciones de la Sociedad Civil, que habían reclamado el
esclarecimiento de la denuncia de fraude del PLD en las elecciones de 1990, y que habían permanecido activas a favor del fortalecimiento de la democracia, asumen la defensa de la transparencia
en ese proceso eleccionario y se unen a la demanda del esclarecimiento de lo sucedido. La comunidad internacional es alertada
por el PRD y así, organizaciones internacionales y gobiernos reclaman al dominicano el esclarecimiento de los hechos.



Las denuncias del PRD, los reclamos de las organizaciones de
la Sociedad Civil y la presión internacional, sobre todo del gobierno de Estados Unidos, hacen que la Junta Central Electoral
forme una comisión especial, integrada por miembros de la propia Junta y por representantes de la Sociedad Civil, para que rindan un informe sobre lo ocurrido en las elecciones. Esta comisión en su informe final expresa que comprobó la existencia de
dos padrones y la exclusión y dislocamiento de electores en una
cantidad que superaba en número la diferencia entre el primer y
segundo candidato más votado. Expresó también que estas irregularidades, después de pruebas técnicas y análisis profundos realizados, no podían atribuirse a errores técnicos.
Frente al informe de la Comisión, el cuestionamiento al triunfo
del Dr. Balaguer se acrecienta y todas las fuerzas políticas opositoras cuestionan la legitimidad de un gobierno surgido de estas elecciones. La crisis estalla y se inician las negociaciones en busca de
una salida antes del 16 de agosto, fecha establecida en la Constitución para el cambio de mando.
El 14 de agosto de 1994, después de largas e inquietantes negociaciones entre las fuerzas, políticas, con la mediación de representantes de la sociedad civil y de organismos internacionales, se firma en el Palacio Nacional el llamado «Pacto por la Democracia» que pone fin a la crisis política. Mediante ese pacto se
aprobaron profundas reformas al sistema político, reclamadas
desde hacía años, que además de significar factores de su modernización y el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, satisfacían en parte los intereses de las fuerzas políticas que lonegociaron. Las reformas más importantes aprobadas fueron las
siguientes: acortamiento a dos años del período presidencial del
Dr. Balaguer; prohibición de la reelección del Presidente de la
República en el período inmediato; la separación de las elecciones presidenciales de las congresionales y municipales; establecimiento de la mayoría absoluta para ganar en las elecciones presidenciales; la segunda vuelta electoral si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta de los votos en la primera vuelta; el establecimiento de los Distritos Electorales para las elecciones Congresionales y Municipales; la introducción de los colegios cerrados como modalidad electoral y la creación del Consejo Nacional de la Magistratura para la elección de los Jueces de la Suprema Corte de Justicia.


Hasta las elecciones de 1990, lo que hoy se conoce como Sociedad Civil se dedicaba fundamentalmente a funciones de asistencia
social y actividades culturales. Las llamadas Organizaciones no Gubernamentales (ONGs), que entonces constituían el llamado tercer sector, no incursionaban mucho en los eventos políticos como
ocurre en la actualidad.
A raíz de la reelección del Dr. Balaguer en las elecciones del
1990 y la denuncia del PLD de que se había cometido un fraude en
su contra para despojarlo del poder, la Sociedad Civil, a través de
algunas de sus organizaciones, orienta sus actividades reclamando
el respeto a la voluntad popular y la necesaria transparencia en losprocesos electorales para que los resultados no sean cuestionados.
Una actuación parecida ocurrió en 1978, cuando contadas organizaciones de la Sociedad Civil, a raíz de que los militares detuvieran el conteo de los votos en las elecciones porque el resultado
favorecía al PRD, reclamaron el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas.
Lo ocurrido en las elecciones de 1990 hace que organizaciones
de la sociedad presionen, reclamen, propongan y medien para que
se produzcan acuerdos entre las fuerzas políticas mayoritarias para
la solución a graves problemas nacionales, o la firma de pactos,
comprometiéndose al acatamiento de los resultados de las elecciones. En estas actividades la Iglesia Católica desempeñó un rol de
primera magnitud.

En esa participación creciente de la Sociedad Civil en los asuntos políticos se debe destacar la firma de un acuerdo para el respeto
de los resultados de las elecciones de 1994; la presión para que se
esclareciera la ocurrencia de irregularidades en esas mismas elecciones; su presencia y firma como testigos del Pacto por la Democracia que representó la salida a la crisis política que resultó de esas
elecciones de 1994; su participación en la selección de los candidatos a miembros de la Junta Central Electoral para las elecciones
de 1996; la participación destacada en la selección de los Jueces
que integrarían la Suprema Corte de Justicia, así como la observación electoral realizada en las elecciones posteriores a la de 1994, a
través del Movimiento Cívico Participación Ciudadana.


El PLD venía fortaleciéndose como partido desde que se fundara en 1973. Desde sus orígenes, aunque sólo obtuviera 18,000
votos en las elecciones de 1978, la presencia como líder de Juan
Bosch, y su presentación como partido diferente y alternativo, le
permitió tener una vigencia política mucho mayor que la proporcionada por los votos obtenidos en las urnas. Fortalecido fuertemente por la votación alcanzada en las elecciones de 1990, su presencia electoral disminuyó considerablemente en las elecciones
de 1994. Sin embargo, planteada la crisis después de la elección, al
denunciar el PRD que había sido víctima de un fraude colosal, en
las negociaciones para salir de la crisis, mediante el Pacto por la
Democracia, el PLD sale fortalecido, logrando que se aprobaran
reformas que entendía que podían beneficiarle.
Uno de los acuerdos para salir de la crisis estipulaba que el Dr.
Balaguer solo agotaría un período de dos años como presidente de la
República, debiéndose realizar elecciones presidenciales en el 1996.
En la primera vuelta nadie obtuvo la mayoría absoluta. El PLD logra
el apoyo del Dr. Balaguer y del Partido Reformista para la segunda
vuelta, a través de la formación del llamado «Frente Patriótico».
Con el aval reformista el candidato del PLD, Dr. Leonel Fernández
Reyna, logra la victoria en las elecciones de 1996. El apoyo reformista al candidato del PLD se explica, entre otras cosas, porque las
reformas acordadas para salir de la crisis modificaron la Constitución, impidiendo la reelección presidencial contínua.


. Además, la posibilidad de que el PRD obtuviera la victoria y que la presidencia
fuera asumida por el Dr. Peña Gómez, fueron motivos adicionales
para el apoyo del Dr. Balaguer y del Partido Reformista a la candidatura del PLD .

Con el ascenso del Dr. Leonel Fernández, llega a la Primera
Magistratura de la República un Presidente en sintonía con los
nuevos tiempos, con un discurso que integraba la consolidación
de la democracia con la necesidad de propiciar las reformas estructurales, políticas y económicas, que orientaran de manera adecuada y pertinente al país en el marco de la globalización.

 Sin
embargo el compromiso del Presidente y de su partido para lograr las reformas que los cambios producidos exigían, no se correspondía con el poder otorgado en las urnas al gobierno. El
poder Judicial y el Municipal había quedado en manos de la oposición. En el Legislativo se producían cambios que reforzaban su
independencia. El gobierno sólo disponía del Poder Ejecutivo.
Además, por el Frente Patriótico, el Partido Reformista le dió un
apoyo al PLD para ganar las elecciones, no necesariamente para
ayudarle a gobernar. Pese a que el sistema de la segunda vuelta
electoral está diseñado para proporcionar al gobierno electo una
robusta mayoría que le permita gobernar, en las elecciones de
1996 el gobierno electo resultó ser minoritario. Como la mayoría
en el Poder Legislativo estaba en la oposición, el gobierno estaba
condenado a tener que negociar cualquier reforma que debiera
ser aprobada por el Congreso. Por otro lado, además de estar en
minoría, el gobierno tampoco logra acuerdos básicos con la oposición, especialmente con el PRD, que le asegurara la gobernabilidad. Por el contrario, lo que se impone es la confrontación, que
retarda la aprobación de las reformas necesarias, pero sobre todo,
hace difícil y frágil la gobernabilidad.


A pesar del juicio anterior, al gobierno del Dr. Leonel Fernández Reyna hay que reconocerle importantes logros. Uno de sus
mayores éxitos es en materia de relaciones exteriores, habiendo
hecho pasar a República Dominicana del ausentismo más absoluto en la presencia internacional, a ser actor principal en el concierto de las naciones, sobre todo en el ámbito regional, donde ha
logrado asumir cierto liderazgo. Otro gran aspecto que merece ser
destacado es el de haber mantenido la estabilidad en las variablemacro-económicas, aunque hay que reconocer serias limitaciones
para la adecuada distribución de la riqueza socialmente generada.
El aumento en el gasto social, sobre todo en comparación al gobierno anterior, evidencia el esfuerzo por ir saldando la enorme
deuda social acumulada por el Estado Dominicano.


A escasos seis días de las elecciones Congresionales y Municipales de 1998, el Dr. José Francisco Peña Gómez muere a consecuencia de una grave enfermedad que venía minando su salud.
Con su muerte, en momentos en que era el candidato a Síndico
por el Distrito Nacional, el PRD pierde a su gran líder, iniciándose
de inmediato la necesaria emergencia y consolidación de un nuevo liderazgo, no exento de grandes y graves incertidumbres. A juzgar por la historia de las luchas internas en el PRD, controladas
sólo por las cualidades excepcionales del Dr. Peña Gómez, con la
desaparición física del líder se ponía de nuevo en peligro la unidad
del PRD.
En las elecciones de mayo de 1998, el PRD obtiene una aplastante victoria sobre el PLD que le confería la mayoría absoluta en
el Senado y en los Ayuntamientos de todo el territorio nacional.
En la Cámara Baja no logró la mayoría, pero si el mayor número de
Diputados por Partido. Contrario a lo que se esperaba, la muerte
de Peña Gómez propició el fortalecimiento de la unidad a lo interno del Partido. Parece ser que ante la muerte del líder que hacía de
árbitro en las luchas internas, o que su capacidad le permitía lograr
una solución y su poder de imponerla, la dirigencia optó por lasnegociaciones y los acuerdos para limar asperezas y reconciliar intereses contrapuestos. Esto se hizo evidente en las primarias internas para elegir el candidato a la Presidencia por el Partido para las
elecciones del 2000. Cinco precandidatos se disputaban las preferencias de los militantes y, contrario a todas las premoniciones, las
primarias se realizaron en completo orden y la firma de acuerdos
permitió que los perdedores mantuvieran su cuota de poder en la
estructura del partido.


Por su parte, el Partido Reformista se debate al final del milenio entre la tradición, representada por el liderazgo del Dr. Joaquín Balaguer a sus noventa y tantos años, y unos pocos líderes
que desafiando ese liderazgo desean que el Partido Reformista no
desaparezca con la muerte del Dr. Balaguer. Hay que señalar que
el liderazgo del Dr. Balaguer, a su edad y en sus condiciones físicas, no se circunscribe a los ámbitos de su partido. Por su gran
sagacidad y el establecimiento de la mayoría absoluta para ganar
la presidencia, abriendo la posibilidad de negociaciones para la
segunda vuelta electoral, ha merecido la mayor consideración
por parte del gobierno y, en menor medida también, del principal partido de la oposición. Ambos entienden que su apoyo es
vital para ganar o perder la presidencia de la República en la
segunda vuelta en las elecciones del 2000. Esta situación le asegura su protagonismo y vigencia.
Por la forma en que el PLD llegó al gobierno en las elecciones de
mayo de 1996, sin mayoría en el Congreso, y sin haber podido lograr
con el mayor partido de la oposición, el PRD, un programa mínimo
de gobierno, además de haber propiciado en algunas oportunidades
situaciones de enfrentamiento, o no las evitaba en otras, las reformas estructurales, necesarias y prometidas, en su gran mayoría han
quedado pendientes.

Al final del Siglo en el sistema político dominicano está presente un nuevo actor político: La Sociedad Civil. Como se había indicado, a partir de las elecciones de 1990 comenzó a tener
una mayor participación en los asuntos públicos, a raíz de la
denuncia del PLD de que había sido víctima de un fraude en las
elecciones de ese año. A partir de entonces en cada acontecimiento importante de la vida política nacional, sobre todo en
sus crisis, la sociedad civil ha estado presente y cada vez con
mayor fortaleza.
Conviene señalar, no obstante lo anteriormente indicado, que
esta mayor presencia y participación de la sociedad civil no ha
estado exenta de dificultades. El hecho mismo de que la sociedad
civil se consolide como un actor político, conjuntamente con el
Estado y los partidos políticos, evidencia, entre otras cosas, demandas que no están siendos satisfechas, precisamente por los
dos actores anteriormente señalados. La sociedad civil puede ser
un actor adicional en razón de que los otros dos han dejado espacio para ello. Y esta situación permite la presencia y participación de la sociedad civil, pero, al mismo tiempo, representa una
de las fuentes de conflictos con los actores tradicionales en el
quehacer político.


Con los cambios ocurridos en el ámbito económico, el Estado ha tenido que renunciar al desempeño de algunas funciones
que, quizás, no les eran propias, pero que les reportaban ciertogrado de legitimidad y legalidad, al menos entre quienes se sentían beneficiados reales o potenciales. Por otra parte, en la
medida en que los Partidos Políticos han perdido su diferenciación ideológica y cada vez se parecen mas entre sí, por la forma
como entienden y actúan en la práctica política, amén del uso
que han dado al Estado siendo gobiernos, su nivel de credibilidad y legitimidad ha disminuído también en la consideración
de la ciudadanía.
En una situación donde el Estado reduce su ámbito de acción,
pero no se ven aún los frutos de la asunción de nuevas funciones, y
los Partidos Políticos disminuyen su capacidad de intermediación
entre los ciudadanos y el Estado, diversas organizaciones de la Sociedad Civil asumen funciones cuyo desempeño representan beneficios para un núcleo importante de ciudadanos, o intervienen
en los asuntos políticos para reclamar la necesidad de que se escuchen sus pareceres cuando se toman decisiones que afectan a toda
la comunidad.
Este nuevo actor, reclamando una función complementaria a la
de los otros dos actores en el sistema político, despierta de inmediato en éstos, primero el recelo, y luego la hostilidad, al presumir
los últimos, que quiere disputar unas funciones que entienden como
exclusivas o, al menos, que éste pretendido nuevo actor no tiene
el mandato que dan las urnas para reivindicarlas.


Para el fortalecimiento de la democracia, haciéndola participativa, además de representativa, y la modernización de nuestro
sistema político conviene que estos tres actores se asuman como
complementarios y no excluyentes; que cada uno entienda quetiene ámbitos exclusivos de competencia, pero que otros son compartidos, y que la democracia es más democrática cuanto más
participativa sea.
La democracia dominicana se ha fortalecido. A finales del siglo prevalecen todavía viejas concepciones y prácticas políticas,
que nos hacen evidente que las transformaciones sociales no se
producen de manera abrupta, sino a través de procesos, que no
siempre siguen por caminos rectos y ascendentes. A pesar de todo,
el país político ha cambiado. El discurso político no es ni puede
ser el mismo. Importante es ahora la unidad de las fuerzas sociales para que, en medio de las necesarias y ricas contradicciones,
transitemos hacia un verdadero Estado de Derecho, a una real y
participativa democracia y a una sociedad respetuosa de los derechos ciudadano.

Una retrospectiva de la vida política dominicana permite ver
el curso de los acontecimientos políticos. Y esta visión general
posibilita también encontrar sus constantes y sus tendencias.
Cuando termine el siglo XX habrán transcurrido 156 años desde
que un grupo de soñadores osara liberarnos para proclamar el
nacimiento de la República Dominicana. El Estado nacido de
esta hazaña se caracterizó por tener una existencia formal. La
realidad evidenciaba que el poder radicaba en los caudillos regionales que se disputaban con pasión el control del aparato de
poder. Así pues, la inestabilidad política, acompañada de la violencia, ha sido parte de nuestro ser social. Enormes ansias de poder, el convencimiento de parte de nuestros líderes políticos de
que el Estado debe verse como un instrumento para satisfacer sus
necesidades y las de su clientela política, han convertido la alternabilidad obligada, forzosa y violenta del poder como la condición esencial para asaltarlo.

Las banderías políticas y las diferenciasideológicas constituyen diferenciaciones del discurso
vacío de líderes que no comprenden lo que dicen. Revoluciones
que generan gobiernos interinos, elecciones condicionadas, gobiernos ilegítimos y escasos gobiernos legales y legítimos, resumen la triste historia de nuestra vida republicana.
Una verdad incuestionable se nos presenta. Los escasos momentos de tranquilidad que hemos podido disfrutar han estado
caracterizados por el sello del autoritarismo formal, y a veces
desalmado: Ulises Heureaux, en el siglo pasado, fue el único que
pudo, gracias a condiciones internas y externas favorables, poner
un poco de freno al desorden institucionalizado por los grupos en
conflicto. Ramón (Mon) Cáceres fue el único que pudo imponer
la paz a la muerte de Lilís, pero al costo de aumentar la capacidad
de los aparatos represivos del Estado. El gobierno de Ocupación
Norteamericano de 1916 impuso el orden por la fuerza. De Trujillo, ya es conocida la violenta represión de su régimen. Luego, el
Balaguer de los 12 años, con una democracia formal, a todas luces autoritaria, no deja la menor duda de que su voluntad era el
norte y el eje de la acción gubernamental.

Constante también, dolorosa por demás, es la verificación del
hecho de que los mayores esfuerzos realizados para construir el camino hacia la modernidad se realizaron en esos regímenes incuestionablemente autoritarios. Los inicios de la civilización occidental se comenzaron con Lilís: luz eléctrica, ferrocarriles y telégrafos.
Mon Cáceres no dudó en invertir el dinero de las recaudaciones
aduanales en importantes obras de infraestructura. En los ocho
años de dominación norteamericana, y aunque fuese gracias a la«Danza de los Millones», se continuaron las grandes obras sociales, como la construcción en puentes y carreteras, además de sentar las bases para la definición y aplicación de una política social
en materia educativa y de salud. Con Trujillo el proceso de modernización capitalista alcanza su máxima expresión. El Balaguer de
los 12 años, aplicando lo aprendido en sus años de gran colaborador del dictador Trujllo, también invierte en la fabricación del sueño
civilizador occidental. Las grandes obras heredadas, son los más
fieles testimonios de lo que afirmamos.

Otra constante incuestionable: hemos vivido nuestra vida
política republicana bajo el influjo arrollador de 7 figuras: Pedro Santana, Buenaventura Báez y Ulises Heureaux para el siglo XIX; y Rafael Leónidas Trujillo, Joaquín Balaguer, Juan
Bosch y José Francisco Peña Gómez para este siglo que se agota. Caudillos militares o civiles, desde el poder o fuera de él,
todos ellos han condicionado el curso de los acontecimientos
de la política dominicana, y han marcado, para bien o para mal,
la conciencia del pueblo.
Dicen que la muerte de Trujillo abrió las puertas a la era de la
democracia. Algunos afirman que desde hace 39 años vivimos la
transición democrática, y que desde entonces el pueblo ha disfrutado de una relativa libertad. Cinco años de inestabilidad y conflictos siguieron al tiranicidio que continuaron con la Guerra de
Abril y la Invasión norteamericana del 1965, culminando en 1966,
con la llegada del Dr. Balaguer al poder. En realidad nos coloca en
posición de pensar que ésta tan mencionada y defendida transición ha sido a veces caótica, abrupta y negadora de la democracia.



rtuosa ha sido la lucha por la libertad. Terribles obstá-
culos ha debido superar el pueblo para defender el proyecto democrático. Pero a pesar de todo, hemos avanzado. Ahora se habla de
la necesidad de modernizar el Estado Dominicano, que vive atrapado entre su herencia autoritaria y verticalista; y la renovación,
no sólo de su discurso, sino también de su práctica. Llegó, o nos
dimos cuenta tarde, la urgencia que tienen nuestros poderes del
Estado de transformarse. En los umbrales de un nuevo siglo, se
impone la definición de un nuevo proyecto de nación, acorde a la
demandas de los nuevos tiempos. A pesar de su tardanza, al fin ha
llegado.
Frente al nuevo milenio, aparecen nuevos retos. Hay que hacer
una revisión crítica del pasado, reconciliarse con él para superarlo.
Se necesitan voluntades para hacer las transformaciones necesarias. La libertad, la democracia y la participación, la modernización del estado y la construcción de una nueva cultura política se
han convertido en las tareas que debemos cumplir en el nuevo
siglo. Todo eso será posible con un verdadero y sentido compromiso con la historia y el futuro.



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