miércoles, 10 de julio de 2013

LA REALIDAD DE LA POLÍTICA AUTORITARIA DOMINICANA



. ¿Qué ha pasado
en la vida de la mayoría de los dominicanos contemporáneos que les ha llevado a
preferir el autoritarismo y no la democracia? ¿Podríamos preguntarnos si la conducta política se puede explicar por el factor cultural? En este trabajo sostenemos que
el enfoque cultural por sí mismo no logra captar toda la complejidad del fenómeno.
Por esto es necesario ampliar este enfoque con una perspectiva sociológica que
explique cómo la estructura socio-económica, el régimen político, los partidos
políticos, la Iglesia Católica y las fuerzas armadas, han marcado el desarrollo de la
conducta política en el país.

Sin duda esto
se percibe en la cultura política dominicana. En realidad, como regla general, se acepta que los dominicanos
tenemos actitudes políticas autoritarias, lo cual explicaría por qué Joaquín
Balaguer fue reelecto en varias ocasiones.


En una encuesta reciente se
informa que el 76.4% de los dominicanos piensa que un buen presidente es como un padre que resuelve sus
problemas; el 66.5% de los encuestados expresó que prefieren el orden a
la democracia; y el 50.4% dijo que un
líder fuerte haría más por el país que
todas las leyes y las instituciones juntas
. La mayoría de los dominicanos
parece estar más interesado en el orden y la estabilidad que en la democracia.

Autores de diversas latitudes han
intentado explicar la conducta política latinoamericana contemporánea. En
Estados Unidos, Howard Wiarda sostiene que el autoritarismo latinoamericano está históricamente vinculado
a la época colonial.

Según este autor, España y Portugal trajeron a Latinoamérica instituciones
que glorificaban el papel de soldados y curas, denigrando
las actividades comerciales y bancarias. La Iglesia Católica
hizo un aporte de incalculable valor al proceso de desarrollo de instituciones corporativas promotoras de un ethos
mediterráneo que justifica una sociedad jerárquica. Dicho
ethos proporciona un Weltanschauung o concepción general del mundo y de la vida que justifica la dominación social
de un sistema político absolutista. Sostiene Wiarda que el
pensamiento antidemocrático latinoamericano se nutrió de
este Weltanschauung y promovió modelos de conducta autoritarios2
. Esta visión de la realidad política latinoamericana abrevó en la teoría de la modernización, la cual divide a
la sociedad latinoamericana en dos tipos: a saber, una moderna, que toma a Europa y Estados Unidos como modelos; y la otra, tradicional, basada en el complejo latifundio/
minifundio, que supuestamente se opone a la influencia extranjera. La teoría de la modernización orientó muchas investigaciones sobre la cultura política latinoamericana y su
vínculo con el origen y desarrollo de la democracia.
Wiarda es el principal defensor de la idea del ethos
mediterráneo como elemento que explica el autoritarismo en América Latina. Éste sostiene que el sistema colonial
que los españoles impusieron en la colonia de Santo Domingo, era “rígido, jerárquico y autoritario”. Este sistema se
“desarrolló durante la época colonial, perduró después de
la independencia todo el siglo XIX y continúa en el presente. Hoy día el modelo burocrático-autoritario del siglo XVI
sigue vigente como alternativa al modelo liberal”
. Sin embargo, las ideas de Wiarda han tenido sus críticos. Jonathan
Hartlyn sostiene que dicha interpretación es reduccionista
y que no se sostiene ni histórica ni metodológicamente.
Según Hartlyn, el problema de este enfoque estriba en que
las generalizaciones acerca de América Latina obvian las
grandes diferencias que existen de región a región en cuanto
al legado cultural español. En todo caso, Wiarda no explica
cómo la tradición cultural autoritaria se transmitió en vista
de que las instituciones coloniales eran sumamente débiles
en la República Dominicana.


En la República Dominicana se han publicado una serie
de estudios que destacan la preferencia de los dominicanos por el autoritarismo. Estos estudios incluyen la obra
de Ramonina Brea (1982), Julio Cross Beras (1985), Wilfredo
Lozano (1985), Roberto Cassá (1986), Rosario Espinal
(1987), Mukien Sang Ben (1987) y Emelio Betances (1995).
De estos autores, Julio Cross Beras es el único que se ha
dedicado a estudiar la cultura política autoritaria dominicana. Éste sostiene que el Estado dominicano está organizado como una democracia, pero que sus formas operativas
son básicamente informales; el Estado es clientelista y responde a una cultura autoritaria generada en el sistema social y con una influencia determinante en el funcionamiento
del sistema político. Este sistema tiene dos caras: una formal y la otra informal, situación que produce una conducta
política anormal porque los ciudadanos no pueden usar los
canales formales del sistema democrático en vista de que
éste no funciona. El ciudadano no tiene otra alternativa
más que usar el sistema informal, que es autoritario y
clientelista
. Esta descripción formal del sistema político en
cierta forma refleja la realidad de América Latina y de buena parte del llamado Tercer Mundo, donde los sistemas
políticos no funcionan según los cánones de la democracia
liberal. Sin embargo, este modelo no va más allá de la descripción y se limita a sugerir que un sistema político
clientelista o patrimonial puede existir conjuntamente con
la democracia. En verdad, este modelo es funcionalista y,
como tal, se encuentra atrapado en una perspectiva que ve
a Latinoamérica divida en dos tipos de sociedades: tradicional y moderna. Si bien es cierto que las sociedades latinoamericanas tienen elementos tradicionales y modernos,
esto no implica que haya dos tipos de sociedades, una tradicional y otra moderna, ni que existan dos tipos de sistemas políticos, uno formal y el otro informal. Todo lo
contrario, a nuestro juicio, cada nación tiene una sociedad y
un Estado plenamente integrado. Este trabajo se aparta de
las perspectivas reseñadas aquí y se propone ampliar el
enfoque cultural complementándolo con un análisis desde
la perspectiva de la sociología política y de la historia. Se
plantea que los sistemas políticos y sociales no se desarrollan aisladamente y que la cultura política es, en gran medida, el resultado de la interacción entre la política y la
sociedad.


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