jueves, 25 de abril de 2013

EL GENERAL CUYAYA



En la época trágica, pero sinceramente leal, del inolvidable "Concho Primo" -que en gloria este- , había dos arquetipos bélicos: el general de fuego, que se sacrificaba por su causa política, y el general busca-vida, prevenido, granuja, fanfarronas, chaquetero, sin valor personal ni colectivo, pero ricamente equipado para la traición y el utilirarismo, con un instinto de conservacion perfecto, ya que nunca se le veía pelear en la vanguardia sino allí en la extrema retaguardia, al pacifico abrigo de la impedimenta, donde para alcanzarle una bala tenia esta que se busca pie o proyectil dirigible, con su timbre y dirección bien claro y preciso y hasta sin faltas de ortografía.

El general Cuyaya, que este era el nombre de nuestro hombre, era azul de nacimiento, pero creyendo que la candidatura popular de Casimiro Moya arrollaría la de Heureaux, se paso con bagaje cuerpo y alma , para la de Moya, diciendo que esta candidatura era la de la gente, la de los dones, la de los blancos, ya que estaba cansado de con militar con la otra , la del negro Lilis, donde solo había gentuza y gedentina.


Para justificar la traición  a su partido, a impulsos de su fantasía bélica, solía decir, jactanciosa mente , que cansado de pelear  al lado de Lilis  no veía el camino  de su porvenir:

-Le acompañe en el Sillón de la Viuda, en Porquero, en Las Lajas, en Playa Roca-Vía etc.¿Y que he conseguido? Un triste grado de general de brigada, cuando debía ser ministro de la Guerra y Marina.....y  hasta poco es.


El general Cuyaya, quien tenia por lema que a los caídos y a los muertos solo deben acompañarse hasta la puerta del cementerio, siempre pe visor y practico, técnicamente  se traspapelo en un campo cerca de Santiago, a esperar  el curso de los acontecimientos , las noticias ampulosas y fantásticas , la reacción arrolladora de Casimirito y sus empavorecidos y heroicos conmilitones.

Después de media-noche , solía meterse en el pueblo a llenar hasta el trancajilo las árganos de su fantasía y de sus quimeras , para repatirtlas en los campos, sabiamente dosificadas.

Esta labor subersiva , peligrosa para el Gobierno, que tenia urgente necesidad de paz y confianza política, social y sobre todo económica, llego a oídos del general Perico Pepin , la mas completa maquina de guerra y lealtad que tenia el Gobierno en el Cibao , quien mando  a buscar al propagandista , amonestándole , amenazándole y advirtiéndole que no se olvidara , " si quiera seguir resollando" que el tenia la muñeca muy pesa y era un hombre responsable; que le convenía amarrarse la lengua, porque un día anochecia en su casa y amanecía en el cementerio.

El general Cuyaya se defiendo como gato boca arriba , con notable habilidad política, aparentemente sincera y viril, diciéndole al Gobernador que si era verdad que el no era afecto al Gobierno , era sincero y buen amigo del general Lilis, a cuyo lado había corrido los mas grandes peligros: "pues siempre peleamos codo a codo", decía.

Y en efecto , apenas aclaro el día, el general Cuyaya fue a ver al Presidente , quien lo recibió con un cálido y sincero abrazo político, digno de Nicolás Maquiavelo , diciéndole que "dos lomas no se juntan , pero dos hombres si. sobre todo  si son amigos como tu y yo.

Di me Cuyaya, ¿Que te pasa conmigo? que he sabido que tu estas todavía pensando en Casimirito ¿Tu no sabes que este tranquilo en Turquilan , queriendo entenderse conmigo? Deja te de caballas y no me toques mas cuyaya con sordina, porque  eso puede causarte un conflicto serio muy serio, Toma, de jale eso a la Doña , y prepara te , que a mi regreso de Puerto Plata , donde voy a amarrar unos cabos, te vas para la Capital  conmigo, porque te necesito toda vez que tu eres un hombre leal, laborioso y util para todo....

El general Cuyaya, que era mas traidor que Judas Iscariote, mas complicado que Fouche , mas chaquetero que Talleyrand, se había calado para la entrevista con el Presidente unos espejuelos negros, y Lilis, que era un psicólogo formidable, se dio cuenta de la maniobra , y le dijo.

-Pero Cuyaya ¿donde conseguiste esos espejuelos tan prietos y tan bonitos? Este sol me tiene los ojos como dos tomates italianos. ¿ Quiere prestármelos para ver como me quedan y encargar unos similares a ST. Thomas?

Y colgándoselos dijo:

-Ve si son frescos como la nieve.

-Presidente , si a Ud. le gustan y los necesita, quede se con ellos, yo se los regalo con mucho gusto.

-Gracias Cuyaya, muchas gracias yo encargare otro de St. Thomas, porque aquí no se consigue esa clase de joyas.

Mientras  daba sus ultimas instrucciones políticas al general Perico, este mirando a Cuyaya en su bestia, con un sable de espejo colgado a la espalda, a la manera cibaeña, no pudo contenerse y le dijo a Lilis:

- Presidente ¿en que quedo Ud. con este vagabundo?

Ya nos entendimos contesto Lilis.

-Pero no olvide que este chaquetero es un traidor.

Si, pero ahora esta de buena fe, en cuerpo y alma, conmigo.

-¿ Y como lo sabe usted?

-Porque ya yo le quite con maña los espejuelos prietos para poderle ver el blanquisai del ojo, y lo tiene limpio.

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