lunes, 22 de abril de 2013

LA REVOLUCION DE LOS PRESOS , 23 DE MARZO DE 1903



Durante el gobierno constitucional del Presidente Juan Isidro Jimenez y el interino de su sucesor el General Horacio Vasquez, se abandono la odiosa practica, impuesta por Pedro Santana y Buenaventura Baez durante la Primera República , de fusilar a todo aquel sobre quien recayera una acusación de atentar contra la seguridad del Estado.

El caso típico fue el del General Perico Pepin , quien se levanto en su finca de Santiago, poco después de la muerte de Heureaux, con un grupo de antiguos compañeros de armas. Reducido a prisión , se le tradujo ante la justicia ordinaria y fue condenado a veinte años de trabajos publico. La pena fue reducida luego de dos años y medio por la Suprema Corte de Justicia. Accediendo a una petición elevada por un grupo de prestantes ciudadanos de Santiago, entre los cuales figuraban los mismos jueces que le condenaron originalmente , fue favorecido con un indulto del Presidente Jimenez.


Este cambio de actitud , el cual significaba un abandono del sistema practicado siempre por Heureaux, facilito la consumacion de un episodio insólito en la historia dominicana: " Revolución de los Presos" , que estallo el 23 de marzo de 1903 contra el gobierno interino del General Horacio Vasquez. El cabo Remigio Zayas ( Cabo Millo), héroe de aquella jornada única , facilito la evasión de los principales hombres de armas que habían compartido  con Heureaux la responsabilidad de su régimen dictatorial.

Los presos se hicieron dueños del arsenal de la fortaleza Ozama y en un rasgo de audacia increíble se apoderaron en pocas horas de todos los sitios estrategicos de la ciudad que servía de sede al gobierno. Se desencadeno entonces una nueva guerra civil, quizás la de mas corta duración, pero también la mas cruenta que ha sufrido el país . Por varios días se combatió dentro de los muros de la capital de la República y, en la población de Guerra . El horacismo perdió en esa jornada muchos de sus adalides de mayor renombre. Aquiles Alvarez, nativo de  Moca y quien había adquirido fama nacional por su bravura a la edad de 34 años , acudió desde el Cibao para sumarse a las fuerzas gubernamentales.

Impetuoso , movido  por el deseo de destacarse como hombre de tiros e impulsado por un valor que ha tenido pocos pares en los anales de nuestras luchas intestinas , llego a caballo  hasta la muralla de la Puerta del Conde  y entro luego a pie, arma en mano, seguido solo por unos cuantos  de sus soldados mas aguerridos . Avanzo impertérrito por la calle de El Conde  en medio de una lluvia de balas que partía desde el Fuerte de la Concepción  y de las casa vecinas . Sacudido por las descargas de los nuevos ocupantes de la plaza, sin sombrero y sin dar un paso atrás , arengo a quienes le seguían  con las siguientes palabras: "LOS ENEMIGOS ME SALUDAN PORQUE SABEN HA LLEGADO UN HOMBRE".

Acababa apenas de pronunciar esas palabras cuando una bala mortal le abrió el pecho y le dejo exánime sobre el pavimento . Nadie le vio caer y fue solo varios horas después cuando sus compañeros, que habían permanecido rezagados ante el ímpetu con que avanzaba su jefe con la des-preocupación  de un suicida, descubrieron el hilo  que los condujo hasta el sitio en que lo abatieron manos des conocidas.

El mismo día, y como protagonista de una hazaña similar, cayó también en las calles de la Capital, Casi miro Cordero . Había venido combatiendo ferozmente desde la población de Guerra, y recibió la descarga que le arrebato la vida en una de las vías que se dominan desde la Torre del Homenaje . En la tarde de ese 18 de abril, día trágico para la juventud  dominicana que se había formado en los campamentos de las luchas fratricidas, pereció igualmente Antonio Hernandez , natural de Tamboril. Compitió casi desde la adolescencia con los hombres de armas que ganaron fama en los campos de la Linea y en los asaltos a los reductos en llamas.

En el bando opuesto , constituido principal mente por las mas férreas figuras  del régimen de Heureaux, perecieron muchos de los hombres que hicieron mayor derroche de valor, durante dos décadas , en defensa de la causa del orden impuesto por el foete del caporal y el puntapié del gendarme.

El mas gallardo entre estos últimos fue Perico Pepin , caído el 6 de abril entre las llamas que devoraron el barrio de San Carlos. Su holocausto , aunque consumado para imponer la injusticia y pisotear los derechos de los demás ciudadanos, tuvo tal grandeza que casi lo redime de los desmanes y errores de su pasado ignominioso . En la hora de la muerte fue tan admirable como lo fue en la hora del triunfo en Porquero y en la de rendir cuentas de sus culpas ante las barras de la justicia.

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