miércoles, 3 de abril de 2013

LA BATALLA DE PALO HINCADO


La guerra por el restablecimiento español en Santo Domingo, más conocida como la Guerra de la Reconquista se libró entre el 7 de noviembre de 1808 y el 9 de julio de 1809. En 1808, tras la invasión napoleónica de España, los criollos de Santo Domingo se rebelaron contra el dominio francés.

En términos generales, la situación económica de Santo Domingo se caracterizaba por su estado ruinoso debido a la interrupción del comercio exterior tradicionalmente sostenido con la Parte Occidental, la recién proclamada República de Haití, y porque los efectos de la Revolución Haitiana que se reflejaron en Santo Domingo provocaron la migración de numerosas familias esclavistas que abandonaron sus bienes. El régimen francés de Ferrand suspendió el tráfico de ganados con Haití, y la exportación de maderas, tabaco y azúcar a los mercados norteamericano y británico era imposible, por el estado de guerra entre Francia e Inglaterra y el bloqueo naval que estableció ésta última nación a Santo Domingo, por la ruptura de la Paz de Amiens en julio de 1803.Esta situación determinó la quiebra de los hateros y comerciantes de las regiones del Cibao y del sur, zonas donde, precisamente, surgió el movimiento insurreccional. La falta de dinero reflejaba el estado económico de la colonia; el cambio era casi inexistente; el comercio estaba estancado y la burguesía mercantil simple cibaeña y sureña, los hateros y el campesinado eran los que soportaban el peso de la ocupación militar napoleónica.

Por su aislamiento de Francia y debilidad, Ferrand sólo había logrado mantener el control militar de la ciudad de Santo Domingo y sus alrededores, así como de la Bahía y Península de Samaná. Fue en estas zonas en las que la actividad económica prosperó a partir de 1805 en base al corte de maderas preciosas y tintóreas, la producción de café y azúcar y al escaso comercio que se realizaba, principalmente, con los Estados Unidos y Cuba.La burguesía mercantil simple de la ciudad de Santo Domingo, integrada en su casi totalidad por comerciantes franceses, apoyaba, por tanto, a Ferrand y si el comercio interior de la ciudad adquirió cierta actividad, ésta fue ajena al resto de la colonia y favorecía, más que a nadie, a los negociantes galos y a los favoritos de Ferrand en el área metropolitana.

Los colonialistas franceses habían restablecido la esclavitud, abolida por Toussaint Louverture el 26 de enero de 1801. Durante la llamada Era de Francia en Santo Domingo no solamente se explotó en las plantaciones al negro esclavo, sino que también la discriminación racial alcanzó niveles hasta ese momento desconocidos por la población mulata y negra, absolutamente mayoritaria. En efecto, en el año 1808 la población dominicana ascendía a 80,000 personas de las cuales, 18,000 (22%) eran esclavos negros; 2,000 (3%) negros libres; 50,000 (63%) mulatos, y apenas 10,000 (12%) blancos,4 lo que significaba que el 88% de la población era negra o mulata con limitadísimos derechos civiles y políticos en la estrecha sociedad colonial. Obvio era, por tanto, que esos sectores mayoritarios de la población repudiaran la presencia francesa en Santo Domingo.

Los soldados franceses, imbuidos de los principios racionalistas parisinos, veían con desagrado y mofa “(…) las costumbres religiosas, llenas de mojigangas, a veces muy ridículas(…)”, y los actos de masoquismo religioso con los que los sacerdotes acompañaban las ceremonias y la liturgia de la Iglesia Católica.
Todo esto chocaba a los franceses, y en más de una ocasión ocurrieron atropellos, verdaderas “herejías” al culto católico, por lo que toda la jerarquía eclesiástica fomentó el espíritu de rebeldía ya latente en todos los sectores sociales.Además, el clero estaba profundamente disgustado porque Ferrand había tocado la fuente de sus ingresos y explotaba para beneficio del Gobierno Colonial Francés los bienes rurales desu dominio; porque alentaba a no pagar los diezmos y censos debidos a la Iglesia Católica con el objetivo de ganarse el apoyo de la clase propietaria; y porque distraía para el gobierno las rentas eclesiásticas. La jerarquía eclesiástica estaba seriamente disgustada con el Gobierno Colonial Francés porque, como sustentara Marx al referirse al interés privado de la Iglesia Inglesa:“La venerable Iglesia Anglicana, por ejemplo, perdona de mejor grado que se nieguen 38 de sus 39 artículos de fe,que el que se la prive de un 1/39 de sus ingresos pecuniarios.Hoy día, el ateísmo es un pecado venial en comparación conel crimen que supone la pretensión de criticar el régimen de propiedad consagrado por el tiempo”.
Por ello, cuando en 1808 estalló la Revolución Española contra Napoleón, el clero católico de Santo Domingo ─en su casi totalidad integrado por sacerdotes españoles─ se encargó de movilizar a las masas campesinas y a la población contra Ferrand y los “herejes” franceses. La campaña que se desató contra éstos estuvo matizada por el fanatismo religioso, y en ella se distinguieron los sacerdotes Ignacio de Morilla, párroco de El Seybo; Juan Pichardo Contreras, cura de Higüey;Marcos de Torres, párroco de Santiago y otros más. Por el papel desempeñado en la conducción de la propaganda antifrancesa y en la movilización popular contra el régimen de Ferrand, puede señalarse que el clero católico estuvo a la vanguardia del movimiento que propugnada la Reincorporación a España.

Los líderes militares del primer decenio del Siglo XIX — salidos de los vastos latifundios hateros y de los sectores medios de la pequeña burguesía — habían tomado conciencia de la debilidad militar de Ferrand y, muy particularmente, del repudio que le manifestaba la población dominicana. Muchos de ellos tenían experiencia combativa porque se habían batido y distinguido al lado de Biassou, Jean-François, Toussaint, Dessalines y Christophe en las victorias anglo-españolas contra las armas francesas en las campañas de 1792-1795. Entre esos dirigentes militares se encontraba Juan Sánchez Ramírez, hatero de Cotuí; Diego Polanco, hatero de Santiago, y Ciriaco Ramírez, cultivador de café y comerciante gaditano residente en Azua, quien dio inicio en el sur a un movimiento revolucionario a nombre del pueblo dominicano que sembró, por primera vez en Santo Domingo, el ideario nacionalista de independencia.

Finalmente, entre las otras causas que ayudaron a fomentar el descontento de la población dominicana hacia los franceses estaban: la formación de una especie de casta militar privilegiada en el Gobierno que no compartía el poder con los españoles y mucho menos con los dominicanos, con lo que lesionaba a los burócratas peninsulares y dominicanos; la implantación de una política económica que únicamente favorecía a ciertos comerciantes galos que desplazaba y debilitaba a la naciente burguesía mercantil simple dominicana; la diferencia de idiomas; el desconocimiento de la realidad social dominicana y los insultos a las costumbres nativas; los exclusivos centros sociales en los que no podían entrar los dominicanos cual que fuera el color de su piel ni a los clubes artísticos en los que solamente se presentaban en francés obras dramáticas de Moliere, Racine y los dramaturgos revolucionarios galos.

La intervención de Bonaparte en España y los estallidos revolucionarios de Madrid en mayo de 1808, hermosamente inmortalizados en los lienzos de Goya, en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós y científicamente interpretados por Marx en los importantes artículos publicados en 1854 en el periódico New York Daily Tribune,tuvieron efectos inmediatos en Santo Domingo, ya que el ejemplo del pueblo hispano así como “galvanizó el patriotismo español”,para emplear una expresión de Jean Price-Mars, igualmente creó un débil sentimiento patriótico e independentista en un sector de la sociedad dominicana.Afirmó Marx que en España: “Gracias a Napoleón el país se había desembarazado desu rey, de la familia real y de su gobierno. Así quedaron rotas las cadenas que en otras circunstancias habían impedido al pueblo español desplegar sus nativas energías. Las desgraciadas campañas de 1794 y 1795 prueban, en efecto, quelos españoles eran incapaces de hacer frente a los franceses en circunstancias ordinarias y dirigidos por su rey”.
Los revolucionarios de mayo de 1808 establecieron en Sevilla y Cádiz ─ésta última según Marx, “la ciudad másrevolucionaria de España en aquella época”─ sus centros de mayor efervescencia y radicalismo y desde ellas, a través de las Juntas Provinciales, lanzaron manifiestos y proclamas que llegaron a Venezuela y Puerto Rico y, desde allí, a Santo Domingo. Seguido se conoció en el territorio dominicano el levantamiento del pueblo español contra las tropas napoleónicas, comenzó el movimiento revolucionario que ya estaba en el ambiente.
El gobernador de Puerto Rico, Toribio Montes, envió a Santo Domingo dos emisarios: al criollo caraqueño Cristóbal Húber Franco y al emigrante español residente en Azua, Salvador Félix para que hicieran circular las proclamas y manifiestos revolucionarios de las Juntas de Cádiz y Sevilla, y establecieran contacto con los descontentos contra el régimen de Ferrand que estuvieran dispuestos a iniciar un movimiento armado contra los franceses. En Azua, residía un gaditano que era hacendado con cultivos de café y realizaba actividades comerciales,particularmente la compra y venta de tabaco cibaeño.
Para esas actividades mercantiles, mantenía estrechos nexos con la pequeña burguesía agraria tabaquera del Cibao y los comerciantes de la hoja ubicados en Santiago, a los que compraba andullos que transportaba a lomo de bestias por el viejo trillo montañoso que unía a Santiago con el sur por El Maniel y colocaba esta mercancía en los mercados de la República de Haití presidida por Alexandre Pétion, con quien, además, sostenía estrecha amistad. Cristóbal Húber y Salvador Félix se relacionaron con Ciriaco Ramírez y éste, a su vez, los acercó a los dirigentes militares, hateros y comerciantes santiagueros Diego Polanco, Miguel Álvarez y Miguel de los Santos, quienes se comprometieron a aportar hombres para iniciar la lucha contra Ferrand.
Como los sureños y cibaeños no contaban con armas y pertrechos suficientes, Ciriaco Ramírez recurrió a Pétion en busca de ayuda y éste facilitó 100 lanzas, 300 fusiles, 40 cajas de cartuchos, 4,000 piedras de fusil y bastante dinero. Con estos auxilios, 200 cibaeños cruzaron la Cordillera Central y desde Azua, junto a igual número de sureños bajo el mando de Ciriaco Ramírez, Cristóbal Húber y Salvador Félix, el 5 de octubre de 1808, iniciaron la guerra contra los franceses que culminó con la Reincorporación a España. En pocos días esos 400 hombres aumentaron sus filas con la llegada de 200 cibaeños más, comandados por Miguel Álvarez, y con la adhesión de cientos de campesinos del sur.
Ferrand perdió tiempo en aplastar el movimiento, de cuyos detalles estaba al tanto por los informes que le pasaba Agustín Franco de Medina, y cuando impartió instrucciones al coronel Aussenac, Jefe Militar de la Frontera, para que marchara contra los revolucionarios, ya era tarde. El 19 de octubre Ciriaco Ramírez, Húber, Féliz y Álvarez lo atacaron en Malpaso, a orillas del Yaque del Sur, y lo derrotaron. La lucha contra Ferrand se inició con una aplastante derrota francesa que obligó a Aussenac a abandonar en fuga el sur y, luego de ser nuevamente derrotado en Sabanamula, el 23 de octubre, tras descansar un par de días en Sabanabuey, Baní, buscó refugio tras las murallas de la ciudad de Santo Domingo.
Las victorias de Malpaso y Sabanamula levantaron los ánimos y la insurrección se extendió por todo el Cibao, donde la pequeña burguesía agraria tabaquera y la burguesía mercantil simple, que giraba y dependía del comercio de tabaco y ganados con el Reino de Christophe en el norte de Haití, era portadora de un débil sentimiento nacionalista e independentista. Ese incipiente ideario independentista recogía los anhelos de la clase media comercial y de las masas campesinas que no veían con entusiasmo la implantación de los monopolios metropolitanos, y en ese sentido, recibieron el aliento de Pétion de expulsar a los franceses y proclamar un Estado libre y soberano estrechamente aliado con la República de Haití. Ciriaco Ramírez y sus tropas avanzaron hasta el Río Haina y, según señala Juan Sánchez Ramírez en su megalómano Diario de la Reconquista, por el camino:“(…) aquellos sugetos (sic) conocidamente revoltosos, (sic) de mala conducta y sin ninguna antecedente representación que los hiciese respetables (…) vivían y se sostenían en tumulto”.
Sánchez Ramírez manifestó esa opinión de Ciriaco, Húber y Félix para restarle méritos por intereses de clase y políticos, porque eran partidarios de la independencia y porque, además, venían desde el profundo sur: “echando contribuciones y derramas con el pretexto dela guerra (…) confiscando y vendiendo bienes de los propiosespañoles a quienes atropellaban con castigos y otras violencias de que resultó algún asesinato”.
De esas interesadas y mentirosas acusaciones de Sánchez Ramírez se desprende claramente que Ciriaco Ramírez, Húber y Félix venían actuando revolucionaria mente, confiscando la tierra y repartiéndola entre los campesinos desposeídos y fusilando uno que otro españolizado. Fue en esa ocasión cuando plantearon los objetivos políticos que perseguían al hacer llamamientos a los pobladores del sur y cibaeños denominándolos “pueblo dominicano” y cuando por primera vez se les llamó a luchar por la “Patria”.
Mientras los cibaeños y sureños derrotaban a los franceses y Ciriaco Ramírez, Húber y Félix se planteaban objetivos nacionalistas, Sánchez Ramírez se encontraba en Puerto Rico solicitando ayuda al gobernador español Toribio Montes para iniciar un movimiento armado en la Región Oriental. Obtenida ésta, desembarcó por Macao, en el este, y el 26 de octubre, al mando de 30 jinetes, hizo su entrada en la villa de El Seybo enarbolando la bandera española y lanzando la consigna de: “¡Viva nuestro Rey Fernando 7º”.
Así, mientras los sureños y cibaeños derrotaban a los franceses con el grito de “¡Viva la Patria!” y hacían llamamientos al “pueblo dominicano” para expulsar a los franceses —lo que indicaba a las claras que sus objetivos de lucha eran en defensa de los intereses populares manifestando un tibio esbozo de nacionalismo independentista— en la Región Oriental, un hatero del Cotuí, lanzaba vivas a España y al mil veces traidor a su patria Fernando VII.
Surgió en ese momento en nuestra historia el antagonismo nacionalismo versus colonialismo: la discrepancia entre la pequeña burguesía portadora del sentimiento nacional y los hateros latifundistas y el clero católico proclives al dominio colonial. En la pugna entre estos dos sectores sociales saldría vencedor el de mayor poder económico y preponderancia social y, a la vez, el más retrógrado y obscurantista: el latifundista ganadero de mentalidad colonial, y del hato surgiría, como su flor natural, el primer caudillo militar dominicano: Juan Sánchez Ramírez.
Batalla de Palo Hincado:
La batalla tuvo lugar en Palo Hincado el 7 de noviembre de 1808.A pesar de tener objetivos estratégicos diametralmente opuestos, los revolucionarios cibaeños y del sur se unieron a Sánchez Ramírez en un típico movimiento de unidad táctica momentánea contra un enemigo común: Ferrand. La pequeña burguesía cibaeña y sureña, ignorando su debilidad congénita de clase social de reciente formación, consideró que integrándose al grupo encabezado por Sánchez Ramírez podría dominar, desde dentro, el movimiento y orientarlo hacia sus objetivos nacionalistas.
Con esta unidad de los revolucionarios cibaeños y del sur y Sánchez Ramírez, en las llanuras de El Seybo se integró un ejército que ascendía a 1,800 hombres: 1,200 infantes y 600 jinetes. Sánchez Ramírez no solamente había recibido ayuda económica del gobernador de Puerto Rico, Toribio Montes, sino que éste también le envió:“un bergantín, una goleta y dos lanchas cañoneras,todos estos buques bien armados para conducir 400 fusiles con sus bayonetas y cananas, 200 sables, las municiones correspondientes y 200 hombres voluntarios”.
Además, por Boca de Yuma también le envió varias piezas de artillería manejadas por tropas españolas y dirigidas por oficiales peninsulares y dos batallones coloniales de Puerto Rico. De esos 1,800 hombres, 600 representaban el aporte de los cibaeños y sureños y 1,200 la contribución de Sánchez Ramírez, Toribio Montes, los hateros y el clero católico. La correlación de fuerzas era evidentemente desfavorable a los revolucionarios nacionalistas del Cibao y del sur. Ferrand, con una calma asombrosa, dejó que se unieran las dos fuerzas y, tras una lenta marcha de días, llegó a las cercanías de la población de El Seybo. La columna francesa estaba compuesta por 820 hombres: 600 de infantería; 200 de caballería; y 20 oficiales y guías.
La lentitud de la macha de Ferrand permitió a Sánchez Ramírez, Ciriaco Ramírez, Húber, Félix, Alvarez, Polanco, Carvajal y a los demás dirigentes militares dominicanos escoger el terreno: la Sabana de Palo Hincado, a unos tres kilómetros al oeste de la población de El Seybo. En dicha llanura, apta para poner en juego con gran amplitud a la caballería dominicana, se dispuso de tiempo para distribuir y ubicar a las tropas, emplazar la artillería (que, a la postre, no llegó a utilizarse), emboscar a los lanceros y ocultar a los 600 jinetes en los flancos.
La trampa estaba tendida.No es mi intención describir los episodios de la Batalla de Palo Hincado. Sin embargo, considero importante señalar la táctica empleada por los dominicanos (nada nueva, pues ya había sido empleada en 1655 contra los ingleses enviados por Oliverio Cromwell y en 1691 contra los franceses comandados por el Caballero de Cussy en la Sabana Real del Limonal) que consistió, no tanto en los salvajes ataques de la caballería, sino más importante aun, en el uso del arma blanca: del machete criollo y la lanza del vaquero de los hatos cazador de ganado. Fue esa táctica y no la superioridad numérica, la que explica por qué una aguerrida y bien armada columna francesa, integrada por veteranos de los campos de batalla europeos y de la terrible Guerra de Independencia de Haití, quedó totalmente exterminada en apenas 2 horas de combate.
Puesto que toda la noche del 6 de noviembre llovió copiosamente, dice Sánchez Ramírez que:“las armas estaban tan mojadas que era imposible hacer uso de ellas; las municiones que se habían repartido,convertidas en agua porque estaban totalmente podridas y pasadas las que me habían remitido de Puerto Rico”.
Por esa circunstancia, al día siguiente los contendientes solamente pudieron hacer una descarga de fusilería por bando al iniciarse el combate para utilizar de inmediato el machete y la lanza contra las bayonetas francesas. El propio Sánchez Ramírez señala que indicó a sus oficiales que:“(…) sin duda alguna venceríamos en aquel convate (sic)a la arma blanca de machete y lanza; y que, por tanto, para lograrlo era indispensable dejar acercarse a los franceses de manera que a la primera descarga de fusilería cuyo modo debatirnos no convenía continuar por la ventaja que llevaban nuestros contrarios asi en el numero de bocas de fuego como en la táctica, se abanzasen (sic) contra ellos a mi primera voz”.
A continuación de estas palabras se inició el combate. La formación francesa quedó desarticulada a la primera carga. Luego, los cuerpos de caballería, con rápidos ataque por los flancos y la retaguardia, aniquilaron a las tropas de Ferrand. De los 620 franceses solamente 13 llegaron con vida a la ciudad de Santo Domingo, y uno de esos sobrevivientes, el oficial Lemonier Delafosse, relató en su citada obra cómo fueron perseguidos y exterminados por las sabanas y montes orientales los 40 franceses que escaparon con vida de Palo Hincado, y la manera en que 23 de sus compañeros cayeron a machetazos en esa huída de pesadilla considerada por el autor como “carrera diabólica”.

El Asedio de Santo Domingo de 1808, fue la segunda y gran batalla final y se libró entre el 7 de noviembre 1808 y 11 de julio 1809 en Santo Domingo, colonia de Santo Domingo. Una fuerza de 1850 tropas dominicanas y puertorriqueñas dirigida por el general Juan Sánchez Ramírez, con una marina de guerra bloqueada por el comandante británico Hugh Lyle Carmichael, cercó y capturó la ciudad de Santo Domingo después de ocho meses de guarneciendo una tropa de 2000 soldados del ejército francés dirigidos por el general Dubarquier.
El mayor general británico Hugh Lyle Carmichael salió de Jamaica con la 2nd West Indian, 54ª, 55ª, y el Regimiento Real Irlandés para ayudar a los recién aliados españoles en la reducción de la guarnición francesa sitiada en el sudeste de La Española. Su convoy es escoltado por el capitán del HMS Polyphemus William Price Cumby, Aurora, Tweed, Sparrow, Thrush, Griffin, Lark, Moselle, Fleur de la Mer, y Pike. Carmichael desembarcó en Polingue (30 kilómetros al oeste de Santo Domingo) el 28 de junio, acelerando por delante de su ejército para entrevistarse con su homólogo español—un general Juan Sánchez Ramírez, comandante de un regimiento de Puerto Rico y numerosas guerrillas locales—quien durante los últimos ocho meses ha estado sitiando la guarnición de 1,200 soldados franceses del general J. Dubarquier. Cuatrocientos de 600 regulares españoles están enfermos, sin embargo, avanzan el 30 de junio a las instancias de Carmichael para secuestrar la Iglesia San Carlos en las afueras de la capital y cortar la comunicación entre Santo Domingo y el Fuerte San Jerónimo dos millas al oeste, al mismo tiempo que aseguraban una playa para el escuadrón de apoyo de Cumby. Los defensores franceses desmoralizados ya habían solicitado un armisticio y había sido rechazado, repitiendo la propuesta el 1 de julio, las tropas británicas llegan por primera vez por tierra (obstaculizadas por las lluvias torrenciales). Mientras que el progreso de negociaciones de Carmichael mantuvo la presión mediante la instalación de cercos de baterías pesadas alrededor de la ciudad y concentrando sus fuerzas para un ataque. El 6 de julio, la capitulación es finalizada, Dubarquier se entregó deliberadamente a los ingleses en vez de a los españoles. Al día siguiente, los casacas rojas ocuparon la ciudad y el Fuerte San Jerónimo, los defensores franceses son transportados directamente al Puerto Real de Jamaica sin pérdida de vidas de ambos lados.

Establecido el cerco a la ciudad de Santo Domingo, tras cuyas murallas quedaba el resto del ejército napoleónico, los dirigentes militares que representaban a la pequeña burguesía y planteaban la independencia (Ciriaco Ramírez, Húber, Félix, etc.,) descontentos por el cariz que iba tomando la situación en la que Juan Sánchez Ramírez asumió la dirección del movimiento, se autonombró General en Jefe con el apoyo de sus tropas, y dependía exclusivamente de las órdenes que le transmitía el Gobernador de Puerto Rico, Toribio Montes a través de los oficiales que estaban en su Estado Mayor,decidieron convocar una Junta de Oficiales para destituirlo y definir claramente que se luchaba en contra de los franceses para expulsarlos del territorio nacional y proclamar el nacimiento de un Estado Independiente. Y ese fue su grave error: creer que democráticamente, estando en minoría y controlando la situación los hateros, el clero católico y los colonialistas españoles, podrían imponer sus objetivos liberales y nacionalistas.
Sánchez Ramírez, ni corto ni perezoso, viendo que comenzaba a crearse una marea revolucionaria y nacionalista que podría ahogarlo si la dejaba tomar fuerza, convocó a su vez una Junta de Delegados de los habitantes de la colonia de Santo Domingo que, por reunirse en un poblado hoy inexistente, ubicado a unos 16 kilómetros al noroeste de la Capital llamado Bondillo, pasó a conocerse históricamente como Junta de Bondillo. Allí concurrieron, el 12 de diciembre de 1808, unos 20 representantes de otras tantas villas y poblaciones y en el seno de la Junta se plantearon los objetivos de la pequeña burguesía y los de los hateros y el clero católico.
Señaló don Federico Henríquez y Carvajal en un opúsculo sobre Juan Sánchez Ramírez, titulado Un prócerreaccionario,que en la Junta de Bondillo:“hubo un voto en contra de la reincorporación de SantoDomingo a España y a favor de la constitución de un Estado libre y soberano. Ese voto –que tal vez sólo fuese una opinión incidental y aislada– se le atribuye al promotor y jefe de la revolución reconquistadora en las comarcas de La Maguana: don Ciriaco Ramírez”.
Naturalmente, la debilidad de la pequeña burguesía era muy marcada y en la confrontación de fuerzas quedó derrotada al estar constituida la mayoría de los Delegados de la Junta por militares adictos a Juan Sánchez Ramírez y a los sectores clericales y colonialistas. Esto determinó que Ciriaco Ramírez, Cristóbal Húber, Salvador Félix, Miguel de los Santos, Miguel Álvarez, los hermanos Reyes, etc., abandonaran los campamentos que sitiaban a los franceses y se retiraran al Cibao y el sur con unos 600 hombres que comandaban.
Las decisiones que adoptó la Junta de Bondillo, liberada de la presencia de los liberales e independentistas pequeños burgueses cibaeños y sureños fueron las siguientes: “En el Quartel General de Bondillo, jurisdicción de la Ciudad de Santo Domingo, en doce dias del mes de Diciembre de mil ochocientos ocho años: Los Señores Diputados de la Parte Española de la Isla de Santo Domingo, a saver: D.Diego Polanco, Coronel de las Milicias del Departamento del Cibao; D. Marcos Torres, Coronel de Dragones de la Ciudad de Santiago; D. Jose Perez, Comandante de la Ciudad de La Vega; D. Agustin Paredes, Comandante de la Villa del Cotuy; D. Antonio Ortiz, Oficial del Consejo de Higüey; D.Pedro Zorrilla, Capitán de las Milicias de la Villa del Seibo;D. Jose Basques, Presidente del Consejo de la jurisdicción de Los Llanos; D. Silvestre Aybar, Comandante militar de la jurisdicción de Monte Grande; D. Bruno Severino, Teniente delas Milicias de Bayaguana; D. Antonio Alcantar, Capitán de las Milicias de la Ciudad de Monte de Plata; D. Joaquin Filpo,habitante de la Villa de Azua; D .Ciriaco Aquino, Comandante de Dragones de la Villa de San Juan; D. Jose Espinosa; Teniente Coronel de las Milicias de Las Matas; D. Francisco Garcia, habitante de la Villa de Neiba; D. Pedro Garrido, Oficial del Consejo de la jurisdicción de Baní; D. Antonio Mota, Capitán de Dragones del Partido de Los Ingenios; D.Isidoro de los Santos, Comandante militar del Partido de La Isabela; D. Pedro Andujar, Capitán de Milicias del Partido del Ozama: Hallándose juntos en virtud del nombramiento de sus respectivas jurisdicciones, según la convocación hecha por el Comandante General D. Juan Sanchez Ramirez para fixar la base de Gobierno en la epoca presente, y según los poderes que obtienen, han decretado y decretan en unánime acuerdo lo siguiente:
Primero. La Junta, en nombre del Pueblo de la Parte Española de la Isla de Santo Domingo, a quien representa reconoce, como lo tiene reconocido, al Señor Don Fernando 7° por legitimo Rey y Señor natural y, por consiguiente a la Suprema Junta Central de Madrid, en quien reside la Real Autoridad.
Segundo: En atención al mérito que se ha adquirido,siendo el Caudillo y motor de la gloriosa empresa de librarse el Pueblo de Santo Domingo del vergonzoso yugo del tirano Napoleón, Emperador de los franceses, y en vista de la protección que por su merito ha conseguido del Señor Don Toribio Montes, Mariscal de Campo de los Reales Exercitos, Gobernador, Intendente y Capitán General de la Isla de Puerto Rico, la Junta nombra por Gobernador político y militar e Intendente interino a D. Juan Sanchez Ramírez, Comandante General del Exercito español de Santo Domingo, hasta la aprobación de S.A.S. la Suprema Junta Central de Madrid.
Tercero: El Gobernador en lo sucesivo convocará a los miembros de la Junta siempre que lo tenga a bien y será el Presidente de ella, en la inteligencia de que esta sola queda con voz consultiva, y la decisiva solo pertenecerá al Gobernador.
Cuarto: El sistema administrativo y orden judicial continuará como antes hasta la toma de posesión de la Plaza de Santo Domingo, que se hará una organización provincial arreglada a las Leyes del Reino y Ordenanzas municipales.
Quinto: El gobernador prestará antes el exercicio de sus funciones, en presencia de la Junta, juramento de fidelidad a S. M. y de obediencia a las Leyes españolas.
El presente decreto será extendido en duplicado original y se remitirá a S. A. R. la Suprema Junta Central de Madrid, e igualmente e dirigirán copias auténticas al Señor Gobernador Intendente y Capitán General de la Isla de Puerto Rico, a quien la Junta reconoce por protector de la empresa y le insignua sugratitud, y en todas las ciudades, villas y lugares de la ParteEspañola será leido, publicado y fixado; y incertará en la Orden del Exercito.
Firmados: Diego Polanco, Marcos Torres, Silvestre Aybar,Jose Espinosa, Jose Perez, Isidro Santos, Pedro Garrido,Francisco Garcia, Agustin Paredes, Pedro Andujar, Antonio Mota, Ciriaco Aquino, Pedro Zorrilla, Joaquin Filpo, Antonio Ortiz, Bruno Severino,Antonio Alcantar, Jose Basquez,Marcos Ximenes Morilla, Secretario”.
Juan Sánchez Ramírez, después de dar una especie de golpe de Estado contra la pequeña burguesía cibaeña, proclamó que la lucha se hacía a nombre de Fernando VII y de España; se autodesignó Gobernador y Capitán General de la Colonia de Santo Domingo; reconoció a Toribio Montes como su protector; y estableció que Santo Domingo se regiría en el futuro por las normas coloniales y jurídicas de España.




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